La caridad, esa virtud reina que enlaza y da vida a todas las virtudes, nos une con Dios hasta el grado de que podemos decir que nos hace una sola cosa con Él: El que se adhiere a Dios —dice el Apóstol San Pablo— se hace un solo espíritu con Él». La expresión es audaz, pero tiene su fundamento. En otra ocasión, ¿no dijo el mismo Apóstol: “Yo ya no vivo, vive Cristo en mí? El amor realiza la unión perfectísima, y cuando la caridad nos une con Dios de tal manera que somos como un solo espíritu con Él, entonces conocemos las cosas divinas por una dulce experiencia. A la manera que nosotros sentimos lo que se verifica en el fondo de nuestro ser, a la manera que no necesitamos razones para descubrir los íntimos sentimientos de nuestro corazón y los pensamientos de nuestro espíritu, sino que por una experiencia intima conocemos lo que se verifica en nosotros; así las almas que están íntimamente unidas con Dios por la caridad tienen un conocimiento que brota del amor; lo conocen por una dulce, por una íntima experiencia, como si encontraran en el fondo de su propio ser los elementos necesarios para conocer a Dios. (El Espíritu Santo)