Estas dos palabras expresan todo el misterio del amor; y yo no sé cuál de estas dos cosas sea más grande, sea más bella, si el poseer o el ser poseído, porque no he podido comprender jamás qué cosa es más dulce y satisfactoria para nuestro corazón, si amar o ser amado. De las dos cosas necesita el amor, porque por su naturaleza exige la reciprocidad, porque el amor que no es mutuo no es un amor perfecto, no es un amor consumado. Nosotros cuando amamos queremos poseer al ser amado y al mismo tiempo le entregamos también nuestro corazón entero. Cuando el Espíritu Santo desciende a nuestros corazones le poseemos y nos posee. En esas dos palabras se encuentra maravillosamente expuesto todo el misterio de amor que el Paráclito realiza en nuestras almas. Lo poseemos y nos posee. (El Espíritu Santo)