Soberana Majestad

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Soberana Majestad

La copla de Santa Teresa de Ávila que comentamos en la reflexión anterior y que tenía como estribillo «Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?» continúa con una serie de apelativos dirigidos al Señor: «Soberana Majestad, eterna sabiduría, bondad buena al alma mía«. Con estos atributos se nos recuerda quién es Aquel de frente al que estamos: es un Rey que es absolutamente soberano, es decir, tiene todo el poder; en palabras del Credo, es omnipotente. Además se afirma que es una Sabiduría eterna, que existe desde siempre y vive para siempre. Y finalmente se recuerda que este Ser Todopoderoso y por lo tanto Creador, e infinitamente Sabio, es además Bondad suprema.

 

Todopoderoso y Bondadoso

Si fuera todopoderoso y no sabio podría producir enormes catástrofes. Si fuera Todopoderoso y no Bondadoso, podría poner su poder al servicio del mal. Si fuera Bondadoso y Todopoderoso y no sabio podría, sin querer, causar grandes males. Pero no, el Dios de Jesucristo, el Dios de la revelación, nuestro Dios, el Dios a quien oramos, el Dios en quien creemos, el Dios a quien amamos, es Todopoderoso, Sabio sin medida y Bondad infinita.

Cuando oramos estamos delante de este Dios Todopoderoso, Sabio, Bondadoso y es bueno, según la tradición de los grandes orantes, que recordemos al inicio de la oración estos atributos divinos y que durante la oración nunca los perdamos de vista. Más aún que vivamos con la conciencia permanente de estar en presencia de un Dios que todo lo puede, que todo lo conoce y que quiere lo mejor para nosotros.

«Soberana Majestad». Dios todo lo puede. Majestad es el atributo dirigido al Rey que en los pueblos antiguos representaba el poder absoluto. El adjetivo «soberano» significa que el poder le viene de Él mismo, que nadie se lo delega. Dios tiene el poder supremo de todo. Parecen existir grandes poderes en el mundo: políticos, militares, económicos, culturales. Pues bien, el poder real lo tiene Dios: Dios es Todopoderoso. Es bueno pensar en esto. Dios todo lo puede.

Dios todopoderoso

Cuántas veces el Señor tuvo que recordar esta verdad a sus discípulos: «Para Dios todas las cosas son posibles» (Mt 19, 26). Nosotros somos limitados en muchas cosas: no somos todopoderosos. Somos limitados, frágiles, pequeños. Pero Dios es grande. Dios es todopoderoso. Dios ha podido crear los grandes espacios siderales, las galaxias, las estrellas, los planetas, las montañas, los mares, los campos, los seres vegetales, la variedad de animales, y como culmen de todo, el ser humano y los ángeles. Dios es Todopoderoso. ¿Creemos esto? A veces decimos que lo creemos pero en el fondo pensamos que si Dios fuera poderoso resolvería el problema del mal, del dolor y del pecado. Y que por lo tanto Dios es poderoso, pero nada más, que no lo puede todo. Ésta es una grave falta de fe: «hombres de poca fe» (Mt 8, 26), nos podría volver a llamar el Señor. ¿Por qué dudan? ¿Por qué no tienen confianza en mí? Sí, yo veo todo el mal, todo el sufrimiento, todos sus problemas, yo veo que la barca hace agua, pero yo estoy ahí y aunque cuando parezco dormir, velo por ustedes: «Yo duermo pero mi corazón vela» (Ct 5, 2).

La oración fortalece nuestra fe en el Dios Todopoderoso, en el Dios que todo lo puede. Es cierto que el mal pone a prueba nuestra fe, pero poner a prueba la fe, no es dudar. Creer es aceptar que más allá del mal, más allá del sufrimiento, más allá del aparente sin sentido de algunas cosas en la vida, existe un Dios que es «bondad buena al alma mía» y que pone al servicio del bien su poder. Él será capaz de convertirlo todo en un bien superior. Él es capaz de poner gracia allí donde reina pecado, resucitar de la muerte, salvar lo que parece perdido. Para los que aman a Dios, todo coopera para el bien (Rom 8, 28). Creo, Señor, en tu poder; tu poder que es infinito como lo es tu sabiduría y tu bondad. «Me fío de Ti, porque lo puedes del todo, me conoces del todo y me quieres a pesar de todo».


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