Es verdad, como se ha dicho, que el agente principal de la oración, como de toda la vida espiritual, es el Espíritu Santo. Él quiere encontrar en nosotros una correspondencia generosa y mide su acción según nuestra buena voluntad. Por tanto, sería presuntuoso esperarse un verdadero progreso en la oración cuando en nuestro espíritu existiese un trasfondo de desidia y de pereza espiritual que olvidase el recogimiento, la mortificación de las pasiones, la preparación de la oración, etc.
Reflexionemos sobre la doctrina de la Iglesia
La meditación (hecha con esfuerzo) imprime en nuestro espíritu la palabra de Dios, la hace propia (O.T. 4/780); en la meditación de la palabra de Dios, buscamos y encontramos a Cristo Señor (O.T. 8/788); la oración mental (…)nos forma «aquel verdadero espíritu de oración con que ellos mismos (los sacerdotes), juntamente con el pueblo que se les ha confiado, se unen íntimamente con Cristo Mediador del Nuevo Testamento» (P.O. 18/1306).
Si falta, por tanto, un serio empeño en la meditación, debemos esperar una escasa incidencia en la vida; tendremos una vida consagrada que se irá vaciando.
El abandono o también el debilitamiento de la oración, incide siempre negativamente sobre toda la vida espiritual: las realidades sobrenaturales pierden su solicitud y vigor, y llegan a ser incapaces de sostener una vida comprometida que exija un sacrificio constante; el mismo Jesucristo, que en los tiempos de intimidad era la persona que llenaba totalmente la mente y el corazón, ahora, faltando la oración, está casi ausente, ya no está vivo.
Extracto de La oración
El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet siempre y cuando se cite su autor y fuente originales: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.