Y cuando se vacía y languidece la vida espiritual del apóstol, languidece y llega a ser ineficaz también su apostolado. El debilitamiento de la oración priva de vigor y de significado el apostolado, la caridad, el trabajo y el empeño por los otros.
La oración: gran aliada en tu apostolado
El riesgo de «dar palos al aire» en el apostolado está siempre presente. Pero Jesucristo, Maestro, en su ejemplo y en su enseñanza y, después de Él, los apóstoles y todos los santos del cristianismo que tanto trabajaron por el Reino de Dios y por el bien de la humanidad, nunca habían pensado que la mejor oración sea el trabajo y el compromiso por los otros; además cuanto más fueron atosigados por la urgencia del trabajo apostólico, tanto más sintieron el deber, la necesidad, y también la alegría de encontrarse con Dios en el encuentro personal de la oración.
La oración íntima, prolongada, silenciosa, será siempre el alma de cada apostolado, la fuente inagotable de cada lanzamiento apostólico, y, sobre todo, dará la fuerza necesaria para superar los obstáculos que cada apóstol encuentra en el trabajo por los otros (2 Cor 6, 4-10; 11, 23-29). Es en la oración donde el apóstol llega a ser embajador de Cristo (2 Cor 5,20), trabajador de Cristo (1 Cor 3,9), ministro de Dios en el evangelio de Cristo (1 Ts 3,2); la oración es vínculo interior de unión. En la oración personal, íntima y prolongada se pone la base de la predicación: estar con Cristo Señor. Sin esta oración, el Maestro no tiene al discípulo consigo… y no lo enviará
Extracto del libro La oración
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