Orar es decir «Totus tuus»

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Orar es decir

La famosa oración de San Luis María Grignion de Monfort: «Totus tuus ego suum, Maria, et omnia mea tua sum» (Soy totalmente tuyo, María, y todas mis cosas son tuyas), la popularizó San Juan Pablo II asumiéndola como lema de su pontificado.

 

Soy totalmente tuyo, María

La famosa oración de San Luis María Grignion de Monfort: «Totus tuus ego suum, Maria, et omnia mea tua sum» (Soy totalmente tuyo, María, y todas mis cosas son tuyas), la popularizó San Juan Pablo II asumiéndola como lema de su pontificado. En verdad que su vida fue un ser totalmente de Dios y de María. Ser todo de Dios.  Los santos siempre han tenido esta ilusión de no pertenecer sino a Dios. En realidad la persona que ora se pone en una disposición de espíritu de vivir en plenitud el primer mandamiento dado por Dios en el Antiguo Testamento: «Escucha, Israel, amarás el Señor tu Dios nuestro Dios. El Señor es Uno sólo. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y todas tus fuerzas» (Deut 6, 4). El mandamiento no es sólo amar al Señor, sino amarlo «con todo» nuestro ser. Cuando a la niña Teresita de Lisieux su hermana Leonina le ofrece una cesta con vestidos y una muñeca, la niñita toma la cesta y dice: «Lo escojo todo». Y comenta en sus manuscritos autobiográficos: «Este insignificante episodio de mi infancia es el resumen de toda mi vida». Ante el camino de perfección que el Señor le ponía delante ella respondió: «Dios mío, yo lo escojo todo. No quiero ser santa a medias, no me asusta sufrir por ti, sólo me asusta una cosa: conservar mi voluntad. Tómala, pues «yo escojo todo» lo que tú quieres…» (Manuscrito A, 10v). Dar todo a Dios, no querer ser cristiano a medias, santo a medias, es todo un plan de vida. Un beato belga, el Padre Eduardo Poppe, que en sólo ocho años de sacerdocio, dejó tras de sí una huella enorme de bien realizado, decía: «Prefiero morir antes que darme al Señor a medias«. Estas palabras suyas que son el epitafio de su tumba, son todo un programa de vida.

Vivir en plenitud

Pero muchos de nosotros ante este «totus tuus», ese dar todo nos podemos sentir muy pequeños y pensar que no lo podemos realizar, que todavía tenemos mucho de egoísta, que estamos todavía apegados a nosotros mismos y a nuestras pasiones, que sí queremos amar a Dios pero no con «todo» el corazón, sino con una parte del mismo. Entonces puede venir el desánimo y el demonio que como «león rugiente busca a quien devorar» (1 Pet 5, 8) vendrá para decirnos que es imposible para nosotros dar todo, vivir el «totus tuus», vivir en plenitud nuestra vocación cristiana. Sí, es verdad, solos no podemos dar todo. Dar todo es un don de Dios, pero un don que podemos pedir en la oración, que podemos obtener en la oración. Dar todo es un programa de vida en el que habrá avances y retrocesos, momentos de generosidad y otros de repliegue sobre sí.

El alma que persevera será guiada

Lo importante es no dejar el camino, incluso si cojeamos, porque es mejor avanzar cojeando por el buen camino que caminar muy de prisa por el camino falso, como decía Santo Tomás (In Ev. Ioan. Cap. 14, l. 2). Por eso orar es ponerse en la dirección del «totus tuus» aunque se inicie desde una posición todavía imperfecta. El que ora quiere dar todo aunque sabe que esto no lo logrará al primer momento. Pero poco a poco, el alma que persevera en la oración será siendo guiada por el gran Maestro de las almas irá conquistando nuevas metas, se pondrá en la dirección de una donación total, una donación plena, semejante a la que Él nos hace a nosotros. Por eso, aunque de modo quizás imperfecto, podemos rezar al Señor ya desde ahora como una petición y un acto de donación simultáneos, la oración que San María Grignion de Monfort y San Juan Pablo II aplicaban a María: «Totus tuus, ego sum». Soy –quiero ser- totalmente tuyo. Así sea.


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