La oración en el Espíritu Santo

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Oración al santo ángel de la guardaOración al santo ángel de la guarda

Una de las más bellas oraciones de Jesús, nos dice el Evangelista San Lucas, es la que realizó “lleno del gozo del Espíritu Santo” (Lc 10, 21). Así, lleno del gozo de la presencia del Espíritu Santo, Jesús bendice al Padre, llamándolo Señor del cielo y de la tierra, y reconociendo que muchas verdades Él las oculta a los sabios e inteligentes, pero que las revela a los pequeños. Así es su voluntad. Así como Jesús se llenó del Espíritu Santo para rezar, así nosotros necesitamos comenzar nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “¡Ven Espíritu Santo! Enciende en mi alma el fuego de Tu amor!”.

La mejor forma de iniciar la oración

A veces no sabemos lo que tenemos que pedir, nos podemos sentir confusos, desorientados, desanimados, llenos de mil preocupaciones, con la conciencia de que somos pecadores, abrumados por la tristeza, faltos de entusiasmo: no importa. Siempre podemos acudir al Espíritu Santo.

San Pablo nos dice que “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza” (Rom 8, 26). El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad. Jesús nos dijo que no nos dejaría solos sino que enviaría al Espíritu Santo. En la oración no estamos solos. Tenemos al Espíritu Santo. Es verdad que muchas veces no sabemos qué hacer, ni cómo orar, que no sentimos la suficiente concentración de la mente o del corazón. Pues ahí viene el Espíritu, en ayuda de nuestra debilidad y flaqueza. San Pablo añade que “no nosotros no sabemos orar como conviene” (Rom 8, 26), ni siquiera podemos saber a veces si las peticiones que hacemos pueden ser justas, pero “el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”.

San Pablo habla de una especie de “llanto” del Espíritu, que intercede ante el Padre por nosotros. ¿Y cómo no va a ser escuchada la oración del Espíritu del Hijo? ¿Cómo va a quedar vacía la oración y la vida de quien se pone confiadamente en las manos de este Espíritu, en el que podemos exclamar “¡Abbá!¡Padre!”? ¡Qué maravillosa confianza la de quien sabe que en el Espíritu puede llamar a Dios Padre, Papá!

Cómo debe ser nuestra invocación al Espíritu

Nuestra oración tiene que ser siempre en el Espíritu, tiene que invocar con sencillez y confianza al Espíritu para que venga en nuestra ayuda pues “su intercesión a favor de los santos es según Dios”. Ese Espíritu que es el mismo de Cristo y que es el que también anima la Iglesia en su caminar por el mundo, llena de vigor y de fuerza la oración de los fieles que lo invocan con fe. Quien ora en el Espíritu, caminará en el Espíritu, estará abierto a las sorpresas del Espíritu, pero también a su dulce compañía, a la ternura y misericordia del Padre.

No temamos a abrirnos al Espíritu en nuestra oración, no temamos pedirle los mayores dones, no creamos que el Espíritu es una especie de “figura decorativa” en la vida cristiana, o una prerrogativa de figuras carismáticas. El Espíritu Santo es la gran promesa de Cristo, es el Espíritu de amor y de verdad, es quien nos revela la gran vocación y misión del cristiano, es quien llena nuestros corazones de la caridad de Dios.


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