Gratitud

3361
Compartir

¡Qué difícil es ser agradecido! Nuestro primer impulso tiende a ser pedir, no a dar gracias. Por pensar en lo que nos falta, olvidamos lo que tenemos.


Como madre, con frecuencia, me he enfrentado a esta actitud en mis hijos. Les compro un dulce y lejos de estar satisfechos piden un helado. Y es una dulce decepción sentir que no valoran aquello que con tanto amor les damos por distraerse con el siguiente objeto de su deseo. Lo más doloroso no es en sí, la ausencia de palabras de agradecimiento, sino que olviden que todo es porque los amamos. Algo similar debe pasar en el corazón de Dios cuando olvidamos agradecerle cada uno de los dones que nos otorga. A pesar de que su amor se derrama ante nuestros ojos en todo lo que nos sucede y rodea, se requiere un esfuerzo consciente para decir «gracias».

En una misa reciente, me sorprendió como toda la liturgia estaba dirigida a ser agradecido. No siempre logro estar totalmente atenta de principio a fin en la misa, pero la riqueza de la liturgia de ese día, me atrapó.

1a Lectura- Tito 3,1-7 ͞Andábamos descarrilados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres… Él nos salvó no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia͟. Nada tenemos por nosotros mismos, todo es gracia, sólo por amor y misericordia infinitos. Y el mayor regalo que tenemos, aunque también poco apreciado por lo distante que parece, es la redención, el cielo eterno.

Aclamación – 1 Ts 5,18 ͞Den gracias siempre, unidos a Cristo Jesús, pues esto es lo que Dios quiere que ustedes hagan͟. SÍ. Dios espera nuestro agradecimiento. No el de un esclavo sometido, sino el del hijo que se sabe amado.

Evangelio – Lc 17,11-19͞Ten compasión… uno de ellos… regresó… y le dio las gracias…..Tu fe te ha salvado͟. Sólo un leproso regresó, sólo uno salió del asombro de verse curado para mirar a la causa primera de su alegría. La respuesta de Cristo es impactante. El leproso ya estaba curado, al igual que los 9 que no volvieron, pero había aún un regalo mayor: la salvación. La que está garantizada a todos los que como el leproso, saben reconocer humildemente a Cristo como su Señor, como autor de todo lo bueno y como principio único de su redención. Sólo hay que acercarse a Él.

Prefacio común 4 «Pues aunque no necesitas de nuestra alabanza, es don tuyo el que seamos agradecidos; y aunque nuestras bendiciones no aumentan tu gloria, nos aprovechan para nuestra salvación».Dios no nos necesita, pero nos ama. No será más o menos Dios si nosotros nos salvamos, pero el Amor de donde surgimos será colmado cuando regresemos. Por tercera vez, con el característico tinte reiterativo de las Sagradas Escrituras, se nos da la luz, el camino: en Él está nuestra salvación.

Demos gracias siempre, de todo, incluso del impulso mismo a ser agradecidos. Nuestro Padre del cielo no lo pasará por alto.