Si te preguntas con seriedad: ¿Quién es Dios para mí? tal vez te encuentres con que en la práctica, para ti, Dios es una idea, un concepto, un tema, una nebulosa o una energía, y no una persona tratable.
Para quien se encuentre en esta situación, tal vez Dios esté en el horizonte de su vida, pero sólo en el horizonte. Tal vez Jesucristo no sea para él un compañero de camino. Por lo mismo, no trata con Él (no hace oración). A veces habla sobre él, expresa su opinión sobre temas religiosos, pero no lo conoce personalmente. O quizá no sepa cómo hacerlo o no le encuentre sentido. O tal vez sí lo ha conocido y en otro tiempo lo ha tratado, pero otros intereses han ido llenando su vida y Él pasó a un segundo plano. A veces se acuerda de Él, pero no le dedica tiempo. Cualquier joven estará de acuerdo en que acordarse de su novia no es suficiente, sino que quiere estar con ella. Lo mismo unos buenos padres respecto a sus hijos.
En este contexto podríamos hablar de las otras dos categorías que nos faltaban en la serie de artículos ¿Cómo rezar cuando no tengo tiempo para nada?
3. Quienes disponen holgadamente de tiempo, dedican horas a actividades de ocio o les falta equilibrio (demasiado trabajo, demasiada vida social, demasiada televisión, demasiado internet…)
Pienso, por ejemplo, en hombres retirados, en mamás que no trabajan y cuyos hijos ya crecieron, en personas que por cualquier circunstancia tienen mucho tiempo libre y lo han ido llenado de una manera que no es necesariamente la mejor.
A ellas aplicaría lo dicho para la categoría anterior, además de sugerirles que dediquen también tiempo para formarse mejor y hacer algo por los demás a través del apostolado y obras de caridad cristiana.
4. Quienes estando en cualquiera de las categorías anteriores no les interesa mejorar su calidad de vida
Son personas ocupadísimas, medio ocupadas o desocupadas que no se plantean en serio la pregunta religiosa.
Pido a Dios suceda con ellos lo mismo que al ciego de Jericó:
“Cuando Jesús se acercaba a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron: “Pasa Jesús Nazareno”. Entonces gritó: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”!
Jesús ha pasado, pasa y seguramente pasará de nuevo. Jesús está esperando. Pido a Dios les alcance con Su gracia, que tarde o temprano Su mirada les llame la atención y se atrevan a decirle: “Jesús, ten compasión de mí”. Descubrirán que viven mejor el día que inviten a Jesús a formar parte de sus vidas.
Lo maravilloso es que aunque nosotros no nos acordemos de Dios, Él se acuerda siempre de nosotros. Es como el papá del hijo pródigo. Cuando su hijo se fue de casa, el padre nunca perdió la esperanza de que su hijo volviera. Me lo imagino asomándose por la ventana todos los días, varias veces al día, para ver si su hijo aparecía en el horizonte. Lo extrañaba, como Dios extrañaba a Adán cuando Adán pecó y prefirió esconderse, y Dios salió a buscarle: Adán, ¿dónde estás?
Tal vez esta pregunta sea hoy para ti: Adán, ¿dónde estás? Te extraño, quisiera tenerte cerca.
Pensamiento del Papa
El 30 de noviembre del 2008, el Papa nos decía:
«Todos decimos que “nos falta tiempo”, porque el ritmo de la vida diaria se ha vuelto frenético para todos.
También a este respecto, la Iglesia tiene una “buena nueva” que anunciar: Dios nos da su tiempo. Nosotros tenemos siempre poco tiempo; especialmente para el Señor no sabemos, o a veces no queremos, encontrarlo. Pues bien, Dios tiene tiempo para nosotros. Esto es lo primero que el inicio de un año litúrgico nos hace redescubrir con una admiración siempre nueva. Sí, Dios nos da su tiempo, pues ha entrado en la historia con su palabra y con sus obras de salvación, para abrirla a lo eterno, para convertirla en historia de alianza. Desde esta perspectiva, el tiempo ya es en sí mismo un signo fundamental del amor de Dios: un don que el hombre puede valorar, como cualquier otra cosa, o por el contrario desaprovechar; captar su significado o descuidarlo con necia superficialidad.»
Si te perdiste de las otras dos notas sobre este tema, puedes leerlas aquí:
- Los que objetivamente no tienen tiempo disponible y no pueden tenerlo.
- Los que tienen sus jornadas comprometidas, pero pueden administrar libremente el empleo de su tiempo, al menos en parte
Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)
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