Encontrarse con Cristo Resucitado desde el corazón de María

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Novena de la Inmaculada Concepción de María

Los seres humanos tenemos capacidad de sintonizar con los sentimientos de otra persona, penetrarlos y hasta cierto punto apropiarlos. Podemos ponernos en el lugar del otro, comprender sus emociones y sentimientos y sentir juntamente con él.

Es posible conectar con el otro y participar de su experiencia interior. Esto abre un mundo maravilloso en la vida de oración. Con la ayuda de la gracia, es un modo de hacer oración contemplativa.

Ciertamente la empatía tiene sus límites, pues la experiencia personal será siempre personal; las vivencias de cada uno serán siempre propias y únicas.

¿En qué consiste esta «oración por empatía»?

Por ejemplo, en este tiempo litúrgico, consiste en centrar nuestra atención en la Virgen María y tratar de sintonizar con los sentimientos de María durante la pasión, muerte y resurrección de Jesús. He empleado esta modalidad de oración durante el triduo pascual y lo sigo aplicando ahora en la pascua. Me está ayudando mucho.

Tratar de meterse al corazón de la Madre de Jesús y Madre nuestra mientras en silencio y soledad acompaña a su Hijo en cada momento de su pasión y en su resurrección. Algunas preguntas que ayudan: ¿qué sentía María en esos momentos? ¿qué pensaba? ¿qué recuerdos le venían a la memoria? ¿qué le decía a Jesús? ¿qué escuchaba? ¿cuáles eran sus actitudes? ¿cuál era su experiencia interior?

Detenerse en cada paso, sin prisa. Un día se puede tomar una escena, otro día otra. O permanecer durante varios días en la que más ayude a cada uno. Este modo de orar supone un fuerte cultivo de la capacidad de escucha.

Se trata de contemplar y sentir profundo

No hacen falta muchos pensamientos, se trata de contemplar y sentir profundo, identificándose con la oración de María: durante la última cena, durante la oración en el huerto, cuando fue apresado, cuando estaba en la cárcel, cuando fue condenado a muerte, cuando subía el Calvario con la cruz a cuestas, cuando fue crucificado, durante su agonía, cuando expiró, cuando resucitó, cuando encontró a María en el huerto, cuando se apareció a los suyos…

Gozar con Cristo Resucitado desde el corazón de María

Desde el Sábado Santo me ha ayudado mucho gozar con Cristo Resucitado desde el corazón de su Madre.

En la resurrección de Jesús confluyen:

El amor del Padre que lleno de conmoción vio morir a su Hijo diciendo: «Todo está cumplido» (Jn 19,30), «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,45). Con la Resurrección, el Padre respondió a la súplica de Jesús en el huerto: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mi este cáliz» (Mc 14,36).
El poder del Espíritu de amor que hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5)
La pasión de amor de Cristo por el hombre que quiere permanecer siempre a su lado: «Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los tiempos.» (Mt 28,20)

Y María participa en la Resurrección de Cristo con su dolor y su esperanza

«Con la muerte de Jesús parecía fracasar la esperanza de cuantos confiaron en Él. Aquella fe nunca dejó de faltar completamente, sobre todo en el corazón de la Virgen María, la Madre de Jesús, la llama quedó encendida con viveza también en la oscuridad de la noche.» (Benedicto XVI, 8 de abril de 2012) y «a través de la experiencia transformante de la Pascua de su Hijo, se convierte en Madre de la Iglesia, o sea, de cada uno de los creyentes y de toda la comunidad.» (Benedicto XVI, Regina Coeli, 9 de abril 2012)

¡Qué fácil es gozar con Cristo Resucitado desde el corazón de su Madre mientras le contempla vivo y glorioso!

Oración

Madre:
Mientras el sábado santo se libraba el combate entre la Luz y las tinieblas,
el Espíritu Consolador invadía tu corazón, aliviando tu dolor,
el Padre terminaba su obra maestra: Cristo Resucitado,
y tú en silenciosa espera…
¡Cuánto aprendo de tu silencio sonoro!
Gracias, Madre, por permitirme entrar en el jardín de tu alma y acompañarte en tu dolor.

No me cabe la menor duda de que fuiste tú la primera a quien buscó Jesús resucitado.
¿Qué pasó en tu corazón cuando al tercer día brilló el Sol Naciente con toda su gloria?
¿Cómo celebraron juntos aquél momento? Me imagino lo que sentiste.
Déjame ver con tu mirada el rostro de tu Hijo Resucitado,
alegrarme y regocijarme en Él como tú lo hiciste.

A ti te constituyó en Madre de la Iglesia,
que a mí me conceda resucitar con Él;
que me haga un hombre nuevo,
que piense en las cosas de arriba,
y las busque por encima de todo.

Amén.


Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)

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