El Espíritu Santo – chispa iniciadora de la oración

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El Santo Padre comenta dos pasajes de las cartas de San Pablo donde el apóstol habla del Espíritu Santo como Aquél que nos hace decir «Abbá» (Padre). Hay varias ideas que pueden ser provechosas para nuestra vida de oración:

1. Las dos dimensiones de la paternidad. El ser «hijos» de Dios tiene dos dimensiones:

La creaturalidad y la adopción filial. Dios es «Padre» de todos los hombres en un primer término porque cada uno de nosotros hemos sido creados por Él, Él nos conoce hasta lo más profundo de nuestro corazón. El Espíritu Santo, sin embargo, nos abre a una segunda dimensión de «paternidad», pues gracias al Espíritu Santo nos convertimos en «hijos adoptivos» de Dios. A través de su Encarnación, Cristo nos acoge en su humanidad y nos permite entrar a nosotros en su relación filial con el Padre. Ya no es sólo «Creador», sino «¡papá!»

2. Confianza en Dios: Si Dios es nuestro «papá», ¿cómo podemos tener miedo de Él?.

Al hacernos hijos de Dios, el Espíritu Santo nos coloca en una relación de confianza con Dios. El cristianismo no es una religión basada en el miedo, sino en la confianza y amor al Padre que nos ama.

3. El Espíritu Santo es el primer iniciador de la oración:

La oración no es iniciativa nuestra, sino que es el Espíritu Santo quien, como si fuera una chispa que arranca un motor, nos mueve hacia Dios. Mi oración hacia Dios no es una acción mía en primer término. La acción del Espíritu Santo me precede. Actúa dentro de mí antes de que yo me dé cuenta y empiece a orar. No podríamos rezar si el Espíritu Santo no nos moviera antes a buscar a Dios

¡Qué consolación saber que cuando rezamos no estamos solos, sino que es Dios quien ha tomado la iniciativa antes y es Él quien nos mueve y reza dentro de nosotros!

Aquí puedes leer la catequesis del Papa Benedicto XVI del 23 de mayo de 2012


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