El niño que aún no sabe ponerse de pie, al ver que los demás andan sobre dos piernas, trata de imitarlos. Tiene que animarse y hacer la prueba. El papá está allí a su lado para sostenerle cuando pierda el equilibrio. Intenta una y otra vez. Los pañales sirven de amortiguador. Por fin lo logra, luego da los primeros pasos, después camina y finalmente corre (y no hay quién lo detenga). Fue hecho para pararse sobre dos piernas y andar. Es capaz de andar. Es capaz de correr. Y es feliz haciéndolo.
¿Tengo cualidades para orar con Dios?
La respuesta viene espontánea, casi sin pensarlo. Algunos responden que sí y otros que no. Los que responden que sí lo dicen tal vez porque de hecho tratan con Dios o porque conocen la Biblia y saben la respuesta. Los que responden que no, lo dicen tal vez porque se han hecho a la idea de que es un privilegio reservado a los monjes o a personas especiales, o por el concepto que tienen de Dios como alguien intratable (lo consideran una energía impersonal y no Alguien con quien se puede estar y dialogar).
Algunos tal vez saben que son capaces, pero les pasa como a Pedro que se veía tan miserable y pecador, que no se sentía digno de tratar con Jesús y le dijo: “Apártate de mí que soy un pecador.” O posiblemente tengan un trauma o un prejuicio: “yo no puedo”, “eso no es para mí”, y no quieren intentarlo.
¿Cómo saberlo? Pregunta a tu corazón
¿Qué has experimentado al sentirte frágil, insuficiente, débil, solo o con nostalgia de algo que no se marchite con los años y que dure para siempre? ¿Qué experimentas cuando ves la inmensidad y el orden del cosmos, la perfección de tu ojo, la belleza del amor humano? ¿No te surge la pregunta por el sentido de todo esto? Y cuando te sientes feliz o cuando nada te satisface y buscas “algo más”. ¿Qué buscas? Eres buscador por naturaleza. Tu corazón es grande, está abierto a un horizonte infinito. Se siente atraído como un imán por el Amor. Lo percibes. Lo has sentido tantas veces, sobre todo cuando estás solo y en silencio.
“El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 27)
Este deseo, esta búsqueda es oración.
Dios te hizo para Él, para compartir su Amor contigo, para que tú y Él pudieran tratarse de tú a tú, como un Padre con su hijo. Por naturaleza, eres capaz de relacionarte, eres capaz de amar, eres capaz de orar (oración es relación de amor con Dios). Igual que el agua moja, la semilla germina y el ave vuela, así el ser humano ama.
El diamante, el tulipán, el cedro, un delfín o un caballo, comparten algún aspecto de su existencia con nosotros, seres humanos. Pero por más bellos y armónicos que sean, no poseen el espíritu que nos ha sido donado por Dios para entablar con él una relación personal y filial. Nosotros poseemos un nivel superior de existencia al del mundo mineral, vegetal o animal. La inteligencia y la voluntad que Dios nos ha dado son facultades que nos permiten elevarnos a un nivel espiritual y solamente en Dios encuentran descanso.
¿Qué es lo que nos hace ser imagen de Dios?
La capacidad de amar. Dios es Amor y como imágenes de Dios, somos capaces de amar. Y esto no es teoría. ¿O no eres capaz de amar? ¿No has amado nunca? ¿No has experimentado la belleza de amar y ser amado? Somos capaces de relacionarnos con Dios con el lenguaje del amor. Dios nos ha creado para establecer con nosotros una Alianza de amor.
¿Has visto cómo los campos se ponen verdes después de un día de lluvia y sol? Cuando los rayos del Sol alcanzan tu existencia, tu corazón se abre a la vida y experimenta plenitud al ser tocado por el amor. Los rayos son el amor de Dios. El sol es calor, calienta siempre. Dios pone amor y lo pone siempre.
Una semilla que debe germinar
Esta vocación al amor se encuentra en nosotros como en germen. Es una pequeña semilla que crecerá y se desarrollará con una vida espiritual no determinada por el impulso ciego de la naturaleza –como las plantas del mundo vegetal- sino por la fuerza de la gracia de Dios correspondida por una libertad que ama.
La capacidad de tratar con Dios es la capacidad superior del ser humano y tú la tienes. Fíjate lo que estoy diciendo: c-a-p-a-c-i-d-a-d d-e t-r-a-t-a-r c-o-n D-i-o-s. ¡Qué maravilla! Como dirían los españoles: ¡Qué pasada!
No dejes esta capacidad atrofiada. No te la pierdas.
“Orando, uno se deja amar por Dios y nace al amor, siempre de nuevo. Por eso, quien ora vive, verdaderamente, en el tiempo y para la eternidad.” (Carta a los buscadores de Dios, conferencia episcopal italiana).
Puedes volar y volar alto como las águilas. No te quedes a nivel de tierra. Puedes caminar y correr fuerte. Disfruta todo tu potencial.
No te comportes como un huérfano. Tienes un Padre en el cielo que quiere tratar contigo.
Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)
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