Me conmovió mucho una mujer que encontré en profunda oración junto a la tumba del Santo Hermano Pedro, en Antigua, Guatemala. Me impresionó su semblante, con sólo verla supe que algo muy serio estaba tratando con Dios Nuestro Señor. Lloraba en paz. Sus lágrimas reflejaban dolor, fe y abandono. Iba acompañada de su padre.
Aceptar, confiar y no dejar de orar
Su rostro era transparencia del rostro de Cristo en Getsemaní. Podría resumir su actitud en dos palabras: aceptación y confianza. Me quedé orando junto a ella pidiéndole a Dios que la escuchara. Después de un largo rato se puso de pie y fue a escribir en un libro que estaba junto a la tumba del santo. Una vez que terminó fui a leer su oración para unirme a su súplica: «Santo hermano Pedro, bendíceme por esta enfermedad que tengo. Te lo pido por favor.» No pide la salud, pide la bendición de Dios, es decir: que su enfermedad sea para su bien y para alabanza de Dios.
Yo creo que Jesucristo, al verla desde el cielo, dijo lo mismo que de aquella viuda pobre que echó dos monedas en el arca del Tesoro: «Os digo en verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro.» (Mc 12, 38-44) Ella ofreció todo lo que tenía.
Salí de allí con la certeza de que Dios le diría lo mismo que a la hemorroísa: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad.» (Mc 5, 34) No sé si sane de su enfermedad física, pero ciertamente Dios sanó ya su corazón. Entró al templo llorando y salió en profunda paz. La Providencia está ordenada a la salvación eterna. Si esta mujer no sana de su enfermedad física, no me cabe duda de que con su actitud se está santificando y se está ganando la salvación eterna. «¡Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios!» (Mt 5, 8)
Oraciones fervorosas ante la necesidad
Encontré cientos de oraciones escritas por los fieles que visitan con gran devoción la tumba del Santo Hermano Pedro. Transcribo algunas de ellas:
– «Te pido que intercedas ante Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y de todo lo que existe. Acudimos con el corazón acongojado por la tiniebla de una pérdida inminente de un hermano por sus grandes padecimientos de salud. Señor, por eso con tu poder y bondad te pedimos que despierte del coma. Pero si tu voluntad es llevarlo a tu presencia, te lo entregamos en tu casa, en tu templo.»
– «Santo Hermano Pedro te pido que me llenes de fuerza a mi espíritu para superar cualquier intento de caer en pecado.»
– «Te pedimos con mi esposo que nos hagas el milagro de poder tener esos hijos que tanto estamos esperando. Danos fe y danos esperanza.»
– «Te pido que me ayudes a ser una persona humilde y un buen padre de familia.«
Oración por intercesión, ayudemos a otros a orar
Finalmente encontré una familia que vino también a orar. Me llamó la atención la actitud del varón. Primero se puso frente a un crucifijo y fijó en él su mirada por cinco minutos. Luego depositó una limosna a sus pies. Pasó a la tumba del santo y puso allí unas veladoras que traían como ofrenda en un canasto de palma.
Me acerqué a dialogar con ellos. Las mujeres no hablaban español, sólo su dialecto. El hombre me explicó que todos los lunes peregrinaban a la tumba del santo. En su pueblo este señor visita a los enfermos y a los ancianos y reza el Rosario con ellos, pidiéndole a la Santísima Virgen les obtenga salud y les conceda vivir sus dolencias con sentido cristiano. Y cada lunes va a presentar a Dios las intenciones y súplicas de los enfermos del pueblo, por intercesión del Santo. Me dijo: «Yo tengo confianza de que Dios me escucha y nos concede lo que él considera que es mejor para nuestra salvación eterna. Cuando el Santo Hermano Pedro misionó en Antigua iba por las calles con su campana repitiendo: Un alma tienes no más. Si la pierdes ¿qué harás? Eso es lo que importa: nuestra salvación eterna, aunque en esta vida pasemos tribulaciones.»
Este hombre me enseñó el valor de la oración de intercesión y de las peregrinaciones. Siguiendo su ejemplo quisiera pedirles que nos unamos a la oración de la mujer de quien les hablé al inicio de esta nota, para que reciba la bendición de Dios y si Él considera que es lo mejor para ella, la sane de su enfermedad. Su nombre es Juana Xeché Ajcabal. Esta mañana la tuve muy presente en la misa a la hora de la consagración.
Un alma tenemos, no más
En las personas humildes que he encontrado en Antigua vi reflejada la profunda espiritualidad del Santo hermano Pedro:
«Si el amor fuese un sentimiento efímero,
si el sufrimiento y el dolor no cambiase nuestras almas como cuando sangra la herida y no se contiene,
si no se apreciara en los rostros necesitados el amor y el verdadero valor de la vida,
entonces queridos hermanos sólo seríamos el despojo de un cuerpo sin espíritu
que deambula en la más oscura noche sin rumbo hacia la nada.
Si sabéis apreciar que la vida es eterna,
si encontráis que el amor es lo que salva al alma atormentada,
si valoráis el dolor tanto como la alegría,
si hacéis sonreír a un rostro necesitado,
entonces dejadme deciros que vuestra vida tiene el mayor sentido que podáis buscarla,
porque en vosotros mora el amor de vuestro Creador.
Acordaos hermanos que un alma tenemos y si la perdemos no la recobramos.»
Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)
Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion.com y el nombre del autor, procurando mantener las ligas internas al artículo.