Poner nuestra confianza sólo en Dios

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Conviene avisar que todas estas cosas que hasta aquí se han dicho para ayudar a la devoción se han de tomar como unos aparejos con que el hombre se dispone para la divina gracia; ocupándose diligentemente en ellos, y quitando la confianza de ellos y poniéndola en sólo Dios. Digo esto porque hay algunas personas que hacen como arte de todas estas reglas y documentos, pareciéndoles que así como el que aprende un oficio, guardadas bien las reglas de él, por virtud de ellas saldrá luego buen oficial, así también el que estas reglas guardare, por virtud de ellas, alcanzará luego lo que desea, sin mirar que esto es hacer arte de la gracia, y atribuir a reglas y artificios humanos lo que es pura, dádiva y misericordia del Señor. Pues por esto conviene tomar estos negocios no como cosa de arte, sino como de gracia, porque tomándolo de esta manera sabrá el hombre que el principal medio que para esto se requiere es una profunda humildad y conocimiento de su propia miseria, con grandísima confianza en la divina misericordia, para que del conocimiento de lo uno y de lo otro procedan siempre continuas lágrimas y oraciones, con las cuales, entrando el hombre por la puerta de la humildad, alcance lo que desea por humildad y lo conserve con humildad y lo agradezca con humildad, sin tener ninguna repunta de confianza, ni en su manera de ejercicios, ni en cosa que sea suya. (Tratado de la Oración y Meditación – Pedro de Alcántara)