Considera también cómo, en acabando de lavar los pies, los limpia con aquel sagrado lienzo que estaba ceñido y sube más arriba con los ojos del ánima, y verás allí representado el Misterio de nuestra Redención. Mira cómo aquel lienzo recogió en sí toda la inmundicia de los pies sucios, y así ellos quedaron limpios y el lienzo quedaría todo manchado y sucio después de hecho este oficio. ¿Qué cosa más sucia que el hombre concebido en pecado, y qué cosa más limpia y más hermosa que Cristo concebido de Espíritu Santo? Blanco y colorado es mi Amado, dice la Esposa (Cant.5,10), y escogido entre millares. Pues este tan hermoso y tan limpio quiso recibir en sí todas las manchas y fealdades de nuestras ánimas, y dejándolas limpias y libres de ellas, Él quedó (como lo ves) en la Cruz, amancillado y afeado con ellas. Después de esto, considera aquellas palabras con que dio fin el Salvador a esta historia, diciendo (Io.13,15): Ejemplo os he dado, para que como Yo lo hice, así vosotros lo hagáis. Las cuales palabras no sólo se han de referir a este paso y ejemplo de humildad, sino también a todas las obras y vida de Cristo, porque ella es un perfectísimo dechado de todas las virtudes, especialmente de la que en este lugar se nos representa. (Tratado de La Oracion Y Meditacion – Pedro de Alcantara)