Verlo todo envuelto en el perfume divino

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La naturaleza se transfigurará ante sus ojos iluminados, como se transfiguró a los ojos de S. Francisco de Asís; sobre la nativa miseria de las criaturas mirará el reflejo de Dios, a la luz que luce en las tinieblas; para ella la creación tendrá un sentido nuevo, profundo, divino: el murmullo de la hermana agua le parecerá como la plegaria de las cosas; el perfume de las flores, como el incienso de la adoración; la misteriosa armonía de los bosques, como la estrofa de un cántico de alabanza, y el estruendo del océano será para ella un himno triunfal, y los cielos un poema silencioso y hondo de luz a la gloria divina. Todo tiene sentido, porque todo le habla de Dios, porque todo la convida a amar, porque todo es escala para subir a Él: la ciencia y la poesía, la amistad y la persecución, las sonrisas y las lágrimas, las rosas y las espinas, el gozo y el dolor, sello de la redención, huella misteriosa que dejó el Cristo al pasar por la tierra y que conserva aún su divino perfume… (El Espíritu Santo)