A la manera que no todas las flores abren sus cálices en todas las estaciones, ni todas las plantas producen sus frutos al mismo tiempo; sino que cada planta tiene su tiempo y su estación; así cada consuelo del Espíritu Santo tiene también su etapa en nuestra vida Espiritual. Pero tengamos por cierto que si somos generosos, si somos esforzados, si seguimos los senderos que Jesucristo nos marcó, si somos dóciles a las inspiraciones íntimas del Espíritu Santo; encontraremos a lo largo de nuestro camino, no solamente las espinas que torturan, también las flores que perfuman, también los frutos que llenan nuestro paladar Espiritual de dulzura. Porque Dios es sapientísimo, infinitamente bueno, porque Dios nos ama; y con una energía maravillosa, pero también con una suavidad exquisita, nos va conduciendo por los tortuosos senderos de este mundo hasta que lleguemos a la Patria, en donde se acabarán las penas, en donde se enjugarán las lágrimas, en donde ya no necesitaremos consuelos, porque allá brillará para siempre con toda su plenitud el Sol espléndido de la alegría celestial. (El Espíritu Santo)