A veces me agarra el dedo
y no lo quiere soltar.
Yo me río y él sonríe,
y se alegra mi mamá.
Pero cuando tiene hambre,
no se cansa de llorar.
Yo me tapo los oídos
y quiero que crezca ya.
Aunque grite, llore o ría,
yo lo quiero de verdad.
Gracias, Dios, por mi hermanito,
y por poderlo cuidar.
Amén.