El que ama se asemeja a la cosa amada; el que conoce, adapta la cosa conocida a su propia manera de ser. de suerte que cuando se trata de cosas inferiores las elevamos cuando las conocemos, porque les damos nuestro propio modo de ser; pero cuando amamos las cosas inferiores, nos envilecemos. En cambio, cuando conocemos las cosas superiores como que las empequeñecemos para que se adapten a nuestra inteligencia; pero cuando las amamos, nos elevamos hacia ellas. Por eso es mejor en esta vida amar a Dios que conocerlo, y por eso es más lo que amamos a Dios por la caridad que lo que lo conocemos por la fe. En este mundo siempre el conocimiento tiene deficiencias; en cambio el amor, la caridad que es un presente del Espíritu Santo, una imagen suya, tiene mayor perfección aun en este mundo. La caridad en la tierra no difiere de la caridad del cielo, esencialmente, es la misma, mientras que la fe se detiene en los dinteles de la eternidad para que venga la visión a sustituirla. Por eso no es raro que la caridad supere a su propio fundamento y que por medio de ella tengamos un conocimiento más amplio, más profundo y, si se puede decir, más divino, que por la fe. (El Espíritu Santo)