Mi espíritu y mi corazón están alerta
como los ojos del centinela.
Estoy esperando.
Te busco, Señor. Estoy en vela. ¡Es adviento!
Te busco en la oración y Tú me abres, Señor,
como un amigo siempre presente, cuando se llama a la puerta.
Te busco en el Evangelio y Tú te acercas, Señor,
como un amigo siempre presente, cuando se le pide luz para atravesar la noche.
Te busco en la Eucaristía, con los otros cristianos,
y por tu Palabra y tu Pan vienes a mí, Señor,
como un amigo siempre dispuesto a ofrecer lo mejor que tiene.
Te buscamos cada día y te vemos, Señor,
donde se siembra la alegría, donde se elimina la mentira, donde se suprime la injusticia.
Para encontrarte, Señor, ¡hay que estar en vela!
Tú estás a la puerta y llamas.
Llamas al espíritu y al corazón.