De la firmeza con que esperamos la vida eterna se desprende, por legítima consecuencia, la firmeza con que debemos esperar todos los medios necesarios para alcanzar la felicidad. No caminamos al azar en nuestra peregrinación hacia el cielo: la fe nos marca el rumbo cierto, la esperanza nos da un apoyo inquebrantable; la fe nos hace vivir de luz, la esperanza nos hace vivir confiados. Para comprender la importancia práctica de la virtud de la esperanza, notemos que el más común y el más peligroso obstáculo, para alcanzar la perfección es el desaliento; las faltas, las tentaciones, las arideces que en toda vida Espiritual se encuentran producen el desaliento en las almas y éste apaga el fervor y agota la generosidad y detiene la marcha hacia la perfección. Mientras hay confianza cualquier obstáculo se vence, cualquier sacrificio se hace fácil, cualquier lucha es coronada por el triunfo; pero cuando el desaliento invade a un alma, ésta sin energía y sin apoyo fácilmente se detiene, se extravía y hasta se hunde. (El Espíritu Santo)