Puntos de meditación – El grano de mostaza

6083
Puntos de meditación – El grano de mostaza

XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Ez 17,22-24; Sal 91; 2 Co 5, 6-10; Mc 4, 26-34)

La Palabra

«Todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos.» (Ez 17, 24)

-«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» (Mc 4, 32-33)

Meditación

La bendición que a menudo reciben los últimos, los pequeños, los humildes, los pobres, los extranjeros, los segundones, las estériles es un eje transversal que recorre toda la Biblia. En cambio, se humilla a los que se creen mejores y más fuertes, a los primogénitos, a los cumplidores de la ley, a los herederos, a los altos y armados, a los que permanecen montados en su caballería.

Tanto la visión profética de la rama cortada del árbol más esbelto y frondoso, convertida en retoño crecido, como la pequeña semilla de mostaza, de la que nace un arbusto capaz de cobijar en sus ramas a las aves, son figuras elocuentes de la enseñanza bíblica. María, en su cántico de acción de gracias, expresa estas constantes de los libros sagrados cuando proclama que Dios mira la humillación, ensalza a los pequeños, derriba a los poderosos, despide a los ricos.

Recuerda quiénes fueron los elegidos: Abel, Isaac, Jacob, José, David, Salomón, hijos segundones o los más pequeños de la familia. Sara, Ana, la madre de Sansón, Isabel, mujeres estériles, recibieron la bendición de la fecundidad. Rut, la moabita, Naamán el sirio, la viuda de Sarepta, son referencia del favor de Dios.

Oración

Señor, tú que sondeas el corazón y las entrañas, líbrame de ser pretencioso, engreído, orgulloso, protagonista y de afanarme en la defensa de mi nombre y de mi fama. Déjame gustar la alegría de los sencillos, de los humildes, la discreción de los pequeños, de los pobres, concédeme ser como la urdimbre del tapiz, que sostiene los colores vistosos de las figuras, sin mostrarse.

Tú, Señor, eres quien salva, quien concede todos los dones y capacita para todas las empresas. Que emplee lo que me has regalado como servidor y no como dueño, a la manera que Tú mismo lo hiciste a los pies de tus discípulos.

Que, según la enseñaza del Evangelio, cuando hayamos hecho todo lo que nos fue mandado, digamos: «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer«.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (Consulta aquí su página web)

El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet y redes sociales, siempre y cuando se cite su autor y fuente original:  www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.