Meditación: la ley del amor

1960
El predicador del Papa confiesa cómo cambió radicalmente la manera de vivir su sacerdocio

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO  (Dt 30, 10-14; Sal 68; Col 1, 15-20; Lc 10, 25-37)

«Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma. (…) El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.» (Dt)

Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. (Sal)

«-«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» -«¿Y quién es mi prójimo?» … un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó». (Lc)

Contemplación

El dolor no es estético, ni nos atrae la pobreza. Los que pasaron de largo cerca del que estaba caído en la calzada, demostraron el rechazo que cabe sentir ante lo que inestabiliza, no es cómodo y compromete.

Ante esas situaciones, es muy habitual evadirse, no mirar, hacer que no se ve, porque de lo contrario, sería demasiado escandaloso. Pero no es remedio. El Señor ha grabado en nuestro corazón la ley del amor, por la que estamos llamados a la compasión, a la solidaridad, a compartir los bienes. La Eucaristía, sacramento del amor de Dios, nos invita a devolver amor al mismo Dios, a quienes formamos su mismo Cuerpo, la Iglesia, y a la carne ungida de los pobres.

El Papa Francisco no se cansa de llamarnos a mirar a los más pobres, a los que menos tienen; los llama «carne ungida de Cristo». Son verdaderos sacramentos del Señor, y quien lo descubre y presta sus manos y sus bienes para aliviarlos, se llena de alegría interior. De las homilías del Papa podemos resumir el proyecto de vida cristiana, «con el estilo del Buen Samaritano. Siendo servidores y serviciales y no creernos dueños y señores porque para el cristiano el verdadero poder es servir, es amar. Un estilo de Buen Samaritano que se realiza, se vive y se transmite, ¿cómo? Con paciencia, con humildad, con misericordia, con ternura, con bondad, reconociendo en los humildes y en los humillados, en los pobres, en los enfermos, en los ancianos, en los niños, en los necesitados, en quienes viven en las periferias existenciales de la vida la carne de Cristo».


Agradecemos esta meditación a Don Angel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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