Meditación: camino y libertad

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De la mano de los santos

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO  (Qo 1, 2; 2, 21-23; Sal 89; Col 3, 1-5. 9-11; Lc 12, 13-21)

Lecturas

«Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado» (Qo).

««Retornad, hijos de Adán.» Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna» (Sal).

«Buscad los bienes de allá arriba (Col).

«Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.» Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» (Lc)

Contemplación

En una coincidencia manifiesta, los textos bíblicos de este domingo nos colocan frente a una de las realidades más existenciales, la temporalidad, frente a nuestra identidad de peregrinos, de caminantes que van de paso. Lo hemos vivido con dolor hace unos días, como efecto del accidente ferroviario en Santiago de Compostela.

A veces, aunque es una realidad evidente que ninguno sabemos cuándo dejaremos esta vida, nos cegamos y somos víctimas de nuestros propios egoísmos, y hacemos previsiones insolidarias.

Acabamos de hacer la peregrinación por la ruta del norte hacia Santiago de Compostela. El camino enseña, a veces de manera violenta, a no llevar más carga que la necesaria. Quien emprende la marcha con equipamientos inútiles, además de poner en riesgo la posibilidad de llegar a la meta, sufre a cada paso un peso injusto.

La peregrinación enseña a vivir con lo necesario, a ser solidario con quien te cruzas por el camino, a agradecer los bienes, a ser más sensible y agradecido a las capacidades propias y a las de los que están alrededor.

La Palabra de Dios que se proclama hoy nos desvela la sabiduría necesaria para avanzar libres por el camino de la vida, sin perecer por la obsesión de acaparar bienes. Fue muy elocuente el Papa Francisco cuando, recordando un dicho de su abuela, sentenció: «Los tesoros que se pueden acumular en vida son desvanecidos por la muerte, ya que nunca se vio un camión de mudanzas detrás de un cortejo fúnebre» (Homilía, 21 de junio 2013).

El salmista nos aconseja con acierto que busquemos «los bienes de arriba«, los que no perecen, como dirá Jesús en otro momento, porque no los corroe la polilla. Solo nos llevaremos el bien que hayamos hecho, y nos recordarán por el rastro de bondad que hayamos dejado.

Pidamos al Espíritu Santo el don de Sabiduría y de Consejo para ser responsables con nuestros propios talentos y a la vez, sobrios y solidarios.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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