El abandono concierne, no a conservar el estado de gracia, sino a su grado, que depende de la generosidad individual y de la oración, para no quedar por debajo del grado de virtud y de gloria que la Providencia nos ha destinado.
El abandono concierne, no a conservar el estado de gracia, sino a su grado, que depende de la generosidad individual y de la oración, para no quedar por debajo del grado de virtud y de gloria que la Providencia nos ha destinado.