En Moisés tenemos un tipo de contemplativo de la primera clase, y en Aarón un tipo de la segunda. El Arca de la Alianza representa la gracia de la contemplación, y los hombres cuya vida estuvo más vinculada al Arca (como refiere la historia) representan a los llamados a la contemplación. Hablando con más propiedad, el Arca simboliza los dones de la contemplación, pues así como el Arca contenía todas las joyas y tesoros del templo, de la misma manera este pequeño amor dirigido hacia Dios en la nube del no-saber contiene todas las virtudes del espíritu humano, que, como sabemos, es el templo de Dios. Antes de que le fuera dado contemplar el Arca y recibiera su diseño, Moisés tuvo que subir el largo y penoso sendero de la montaña y morar en ella rodeado por una oscura nube durante seis días. Al séptimo día, el Señor le mostró el diseño para la construcción del Arca. Moisés persevero en esta dura tarea, y en la tardía iluminación que finalmente recibió podemos ver el modelo de los que parecen tener que sufrir mucho antes de llegar a las cimas de la contemplación y sólo raras veces pueden disfrutarla en plenitud. Lo que Moisés ganó con tanto esfuerzo y disfrutó tan raras veces, lo consiguió Aarón al parecer con poco trabajo. Pues su oficio de sacerdote le permitía entrar en el Sancta Sanctorum y contemplar el Arca tantas veces como quería. Aarón, pues, representa a las personas que he mencionado arriba y que por su sabiduría espiritual y la asistencia de la gracia divina gozan del fruto perfecto de la contemplación tantas veces como quieren. (La Nube del No Saber – Anónimo ingles del siglo XIV)