Hay todavía otros que, aunque escapen a los engaños que acabo de describir, caen víctimas de su orgullo, de su curiosidad intelectual y de su saber de eruditos al rechazar la doctrina común y la orientación de la Iglesia. Estas personas y sus seguidores confían demasiado en su propio saber. Nunca estuvieron enraizados en esa humilde y ciega experiencia del amor contemplativo y de la bondad de vida que le acompaña. Son así vulnerables a la pseudoexperiencia trazada y dirigida por su enemigo espiritual. Llegan hasta levantarse y blasfemar contra los santos, los sacramentos y las ordenanzas de la santa Iglesia. Los hombres sensuales y mundanos que creen que las exigencias de la Iglesia para la enmienda adecuada de su vida son demasiado molestas, corren pronta y fácilmente detrás de estos herejes, y los apoyan. Y todo porque imaginan que estos herejes los conducirían por una senda más suave que la santa Iglesia. (La Nube del No Saber – Anónimo ingles del siglo XIV)