El estribillo de una de las poesías de Santa Teresa que estábamos comentando dice así: «Que hoy os canta amor así. ¿Qué mandáis hacer de mí?».
La santa nos dice que el amor «canta». Cuando una persona ama está contenta y se le nota en todo su ser, especialmente en su mirada, pero también en su porte y en actos externos y sobre todo se le ve alegre. Y ya sabemos que la alegría se manifiesta en el canto.
Que cante el corazón
El amor canta. David cantaba salmos y tocaba el arpa. Muchos santos y santos han querido cantar loes al Señor, entre otros San Francisco que ha compuesto el hermoso Cántico del Hermano Sol y de la Hermana Luna.
No siempre será necesario que cantemos cuando oremos, pero sí debe cantar el corazón de lo alegre que está de percibir el amor del Amado y querer corresponder a su amor.
No ahoguemos el corazón, dejémoslo cantar, cuando él necesite desahogar sus sentimientos, a veces de alegría; a veces de congoja; a veces de plenitud. El salmista dice: «Mi corazón está preparado, mi corazón está preparado, Dios mío: voy a cantar, a tañer. ¡Gloria mía, despierta!¡Despertad arpa y cítara!¡Despertaré a la aurora!» (Sal 57, 8-9).
¿Cuál es tu voluntad sobre mí?
Y ¿qué es lo que canta Santa Teresa? Ella canta: «¿Qué mandáis hacer de mí?». ¿Qué es lo que quieres que haga, Señor? ¿Cómo puedo agradarte?¿Cuál es tu voluntad sobre mí?
La oración busca y encuentra la voluntad del Señor sobre nosotros. En la oración el Señor va hablando al corazón, lo va preparando, lo va fortaleciendo para que el orante haga su voluntad y lo haga por amor y con amor. Y que además la pueda hacer con alegría, con paz, con decisión, con un corazón de enamorado.
¿Qué mandáis hacer de mí? ¡Qué bella oración ésta que sale del corazón como una saeta y se clava en el corazón de Dios! La oración prepara el alma para ajustarse al querer de Dios: «Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos» (Jn 14, 15). El Señor nos irá revelando su voluntad y su querer en la oración. Y su querer será para nosotros prenda segura de santificación personal (1 Tes 4, 3) y fruto apostólico.
Aquí les dejo el poema completo de Santa Teresa:
Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad, eterna Sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, Alteza, un Ser, Bondad:
La gran vileza mirad,
que hoy os canta amor así:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes,
vuestra, pues me redimistes,
vuestra, pues que me sufristes,
vuestra, pues que me llamastes.
Vuestra, porque me esperastes,
vuestra, pues no me perdí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
a este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce amor,
amor dulce, veisme aquí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma:
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición.
Dulce Esposo y Redención
pues por vuestra me ofrecí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida;
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad;
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí.
¿Qué queréis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo:
pues del todo me rendí,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración;
si no, dadme sequedad,
si abundancia y devoción,
y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues, sabiduría,
o, por amor, ignorancia;
dadme años de abundancia,
o de hambre y carestía.
Dad tiniebla o claro día,
revolvedme aquí y allí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que esté holgando
quiero por amor holgar;
si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando:
decid dónde, cómo y cuándo,
decid dulce Amor, decid:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra abundosa;
sea Job en el dolor,
o Juan que al pecho reposa;
sea viña fructuosa,
o estéril, si cumple así:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Sea José puesto en cadena,
o de Egipto adelantado,
o David sufriendo pena,
o ya David encumbrado.
Sea Jonás anegado,
o libertado de allí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Haga fruto o no lo haga,
esté callando o hablando,
muéstrame la ley mi llaga,
goce de Evangelio blando;
esté penando o gozando,
sólo Vos en mí vivid.
¿Qué mandáis hacer de mi?
Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?
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