El Amor como el sol

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¿De verdad se puede dialogar con Dios? ¿Cómo?

Así como la tierra no sobreviviría sin el sol, el Amor de Dios es lo que le da posibilidad y sentido a nuestra vida. El Amor es el origen de la creación y de la redención.

Estamos ciertos de la existencia del sol, nos da luz y calor. Ambos los podemos percibir sensiblemente, incluso con los ojos cerrados.

Así es el amor de Dios, no necesito verlo, solo puedo sentirlo en el fondo de mi corazón. Lo creo por la fe que es en sí misma un don, una manifestación de ese amor.

En la vida existe la noche, la ausencia aparente del sol que no pone en duda su existencia. Si nuestra estrella desapareciera, la tierra se congelaría y dejaría de girar. La noche es sólo una oscuridad relativa que sabemos concluirá con el paso de las horas.

También en nuestra vida existe esa noche oscura, como la llamaba San Juan de la Cruz, los problemas, las tristezas, las turbaciones o los periodos de desierto en los cuales no percibimos fácilmente el amor de Dios.

Nuestra fe es puesta a prueba por la incapacidad de nuestros sentidos para corroborar que Dios está presente. Sentimos frío, soledad, impotencia, tristeza e incluso desesperanza. Pero Dios nos ha dotado de dos capacidades para lograr que amanezca en nuestro corazón: la inteligencia y la voluntad.

Debemos apelar a nuestras facultades superiores, querer creer en la verdad que hasta entonces ha regido nuestra vida. Pedir la ayuda del Espíritu Santo y escoger perseverar en la fe que debe movernos a creer que Él está ahí y nos ama. Siempre.

 


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