Regla de San Benito
El primer grado de humildad es una obediencia sin demora. 2 Esta es la que conviene a aquellos que nada estiman tanto como a Cristo. 3 Ya sea en razón del santo servicio que han profesado, o por el temor del infierno, o por la gloria de la vida eterna, 4 en cuanto el superior les manda algo, sin admitir dilación alguna, lo realizan como si Dios se lo mandara. 5 El Señor dice de éstos: «En cuanto me oyó, me obedeció». 6 Y dice también a los que enseñan: «El que a ustedes oye, a mí me oye». 7 Estos tales, dejan al momento sus cosas, abandonan la propia voluntad, 8 desocupan sus manos y dejan sin terminar lo que estaban haciendo, y obedeciendo a pie juntillas, ponen por obra la voz del que manda. 9 Y así, en un instante, con la celeridad que da el temor de Dios, se realizan como juntamente y con prontitud ambas cosas: el mandato del maestro y la ejecución del discípulo. 10 Es que el amor los incita a avanzar hacia la vida eterna. 11 Por eso toman el camino estrecho del que habla el Señor cuando dice: «Angosto es el camino que conduce a la vida». 12 Y así, no viven a su capricho ni obedecen a sus propios deseos y gustos, sino que andan bajo el juicio e imperio de otro, viven en los monasterios, y desean que los gobierne un abad. 13 Sin duda estos tales practican.