Siempre que estuvieres dispuesta, hija mía, para esta especie de Comunión, el Hijo de Dios estará pronto a darse y comunicarse a ti para ser tu alimento. Cuando quisieras prepararte a recibirlo de este modo, levanta tu espíritu hacia Él, y después que hayas hecho alguna reflexión sobre tus pecados, le manifestarás un verdadero y sincero dolor de tu ofensa. Después le pedirás con profundo respeto, y con viva fe, que se digne venir a tu alma, y que derrame en ella nuevas bendiciones y gracias, para curarla de sus flaquezas, y fortalecerla contra la violencia de sus enemigos. Asimismo, siempre que quisieres mortificar alguna de tus pasiones, o hacer algún acto de virtud, te servirás de esta ocasión para preparar tu corazón al Hijo de Dios, que te lo pide continuamente; y volviéndote después a Él, pídele con fervor que se digne venir a ti, como médico, para curarte, y como protector para defenderte, a fin de que ninguna cosa le estorbe o le impida poseer tu corazón. Acuérdate también de tu última comunión sacramental, y encendida toda en el amor de tu Salvador, le dirás: ¿Cuándo, Dios y Señor mío, volveré a recibiros dentro de mi pecho? ¿Cuándo llegará este dichoso día? Pero si quieres disponerte mejor y más debidamente para esta comunión espiritual, dirigirás desde la tarde precedente todas las mortificaciones, actos de virtud, y demás buenas obras que hicieres, a este fin.(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)