Oraciones que nos disponen a la Sagrada Comunión

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Sin su gracia, nada es capaz de producir en nosotros las disposiciones necesarias para recibirlo dignamente en la Eucaristía, le abrirás tu corazón, y procurarás atraerlo con jaculatorias breves, pero vivas y ardientes; como son las que siguen: ¡Oh manjar celestial! ¡Cuándo llegará la hora en que yo me sacrifique toda a Vos, no con otro fuego que con el de vuestro amor! Cuándo, oh amor increado, oh pan vivo, cuándo llegará el tiempo en que yo viva únicamente en Vos, por Vos y para Vos! ¡Oh maná del cielo, vida dichosa, vida eterna, cuándo vendrá el día venturoso, en que, aborreciendo todos los manjares de la tierra, yo no me alimente sino de Vos! ¡Oh sumo Bien mío, única alegría mía, cuándo llegará este dichoso tiempo! ¡Desasid, Dios mío, desde ahora, desasid este corazón de las criaturas; libradlo de la servidumbre de sus pasiones y de sus vicios, adornadlo de vuestras virtudes; extinguid en él cualquier otro deseo que el de amaros, serviros y agradaros. De este modo yo os abriré todo el corazón, os convidaré y aun usaré, si fuere necesario, de una dulce violencia para atraeros. Vos vendréis, en fin, entraréis y os comunicaréis a mí, oh único tesoro mío, y obraréis en mi alma los admirables efectos que deseáis. En estos tiernos y afectuosos sentimientos, podrás, hija mía, ejercitarte por la tarde y por la mañana, a fin de prepararte para la Comunión.(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)