¿Quién hubiera creído, Señor, que un Dios infinitamente grande cómo Vos hubiese puesto su amor en una criatura tan vil y tan despreciable como yo? ¿Qué pretendéis Vos, oh Rey de la gloria? ¿Qué podéis esperar de mí, que no soy sino polvo y ceniza? Pero ya descubro bien, oh Dios mío, a la luz de vuestra encendida caridad, que sólo un motivo tenéis que más claramente me manifiesta la pureza de vuestro amor. Vos no pretendéis otra cosa en daros y comunicaros enteramente a mí en este Sacramento, sino transformarme en Vos, a fin de que yo viva en Vos, y Vos viváis en mí, y de que con esta unión íntima, viniendo yo a ser una misma cosa con Vos, se trueque un corazón todo terreno, como el mío, en un corazón todo espiritual como el vuestro.(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)