Tú, sublime más que el mismo cielo, tienes al mundo bajo tus pies, y por el honor de tu Hijo eres digna de toda alabanza y reverencia. Al mismo tiempo tu inefable piedad, que excede todo cálculo no deja de atraerme hacia ti y de cautivar mi afecto. Y es que tú eres el consuelo de los que viven en soledad; y sueles socorrer con amor a los miserables pecadores.(Kempis – La Imitación de María)