En esto que habéis oído ha de parar vuestro cuerpo; resta que oigáis lo que ha de acaecer a vuestra ánima, la cual será en aquella hora llena de angustias, acordándose de las ofensas que en esta vida hizo a nuestro Señor, y pareciéndole entonces muy grave lo que antes le parecía muy liviano. Será desamparada de sus sentidos, no podría servirse de la lengua para pedir socorro a nuestro Señor, y entenebrerse ha el entendimiento, que aun pensar en Dios no podría, y, en fin, poco a poco acercarse ha la hora en que por mandamiento de Dios salga del cuerpo, y se determine de ella o perdición para siempre o salud para siempre. Oír tiene de la boca de Dios: «Apártate de mí a fuegos eternos» o «Queda conmigo en estado de salvación». Colgada habéis de estar de sola la mano de Dios, y en sólo Él estará vuestro remedio. Por lo cual habéis mucho de huir de enojar en vuestra vida al que a la hora de vuestra muerte habéis tanto de menester. Demonios que os acusen y que pidan justicia a Dios contra vuestra ánima, acusándoos particularmente de cada pecado, no os faltarán, y si la misericordia de Dios entonces os olvida, ¿qué haréis, oveja flaca, cercada de tan rabiosos lobos, muy deseosos de os tragar? Pensad, pues, en el rato de vuestro recogimiento, cómo en aqueste estrecho punto habéis de ser presentada delante el juicio de Dios, desnuda y sola de todas las cosas y acompañada del bien o mal que habiéredes hecho. Y decid agora a nuestro Señor que vos os presentáis agora de gana, para alcanzar misericordia en aquella hora que por fuerza habéis de salir de este mundo. Haced cuenta que sois un ladrón, a quien han tomado en el hurto, y le presentan ante el juez, las manos atadas; o una mujer, que la halla su marido haciéndole traición; los cuales, de confundidos, no osan alzar los ojos ni pueden negar su delito; y creed que muy más claramente os ha visto Dios en todo lo que contra Él habéis pecado que pueden ningunos ojos de hombres ver cosa que delante de Él se hiciese. Y por haber sido mala en la presencia de tanta bondad, cubríos de la vergüenza que entonces perdistes, y sentid en vos confusión de vuestros pecados, como quien está delante la presencia de nuestro Señor. Acusaos vos como habéis de ser acusada; y especialmente traed a la memoria los pecados más graves que hobiéredes hecho. Juzgaos y sentenciaos por mala, y abajad vuestros ojos a considerar los infernales fuegos, creyendo que los tenéis muy bien merecidos.
Audi filia