La fortaleza para vencer las tentaciones depende más de la misericordia de Dios

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También la fortaleza con que resistimos a las tentaciones depende más de la misericordia con que Dios las suaviza que de nuestra propia virtud. Acerca de ello se pronuncia así el Apóstol: «No os ha sobrevenido tentación que no fuera humana; y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas; antes bien dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla». Y enseña también que Dios es quien dispone y fortalece nuestras almas para poder realizar toda acción buena, y obra en nosotros lo que le place: «y el Dios de la paz, que sacó de entre los muertos, por la sangre de la alianza eterna, al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, os haga aptos para toda obra buena, haciendo en vosotros lo que le place en su presencia». Y eleva luego esta plegaria para que se conceda un favor semejante a los tesalonicenses: «El mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios nuestro Padre, que de gracia os amó y os otorgó una consolación eterna, una buena esperanza, consuele vuestros corazones y los confirme en toda obra y palabra buena».

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