Cristo sin cesar aboga ante el Padre por nosotros

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Verdad es que ahora, Cristo ya no merece más (no siendo posible el mérito sino hasta el instante de la muerte); pero sus méritos están adquiridos y sus satisfacciones permanecen. Porque «este Pontífice, por ser eterno, está revestido de sacerdocio que no tiene fin; de aquí que pueda salvar para siempre a aquellos que por El se acercan a Dios» (Heb 7, 24-25).

Cristo, vida del alma