El corazón de la piedad: la aceptación

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He aquí, pues, cuál es la primera palabra, el primer secreto de la piedad: “aceptación”; aceptación de la acción del beneplácito divino. Todo parte de aquí, todo comienza aquí, todo depende de esto. Surgite postquam sederitis: permaneced sentados antes de levantaros, levantaos después que hayáis descansado. Esas tres palabras sirven admirablemente para caracterizar a la vez, en este punto, tanto la verdad cristiana como los dos errores extremos que se le oponen. El naturalismo dice surgite, levantaos, y suprime lo que sigue; el quietismo dice sederitis, permaneced sentados, y omite lo que precede; el cristianismo dice surgite postquam sederitis, levantaos después que hayáis descansado, ni omite ni suprime nada. El naturalismo niega la acción de Dios, el quietismo descarta la acción del hombre, el cristianismo reclama la unión y la sumisión de la acción del hombre a la acción de Dios. Y, cosa admirable, este descanso y esta acción, este descanso del apoyo en Dios y esta acción con Dios, se juntan y combinan siempre para constituir en mí la vida divina, que esencialmente está compuesta de reposo y de acción. ¿No es toda vida una actividad descansada? (José Tissot, La vida interior)