Cristo sin cesar aboga ante el Padre por nosotros

1780

Verdad es que ahora, Cristo ya no merece más (no siendo posible el mérito sino hasta el instante de la muerte); pero sus méritos están adquiridos y sus satisfacciones permanecen. Porque «este Pontífice, por ser eterno, está revestido de sacerdocio que no tiene fin; de aquí que pueda salvar para siempre a aquellos que por El se acercan a Dios» (Heb 7, 24-25).

Cristo, vida del alma