Judas estaba entre ellos disimulando su traición. Y el Salvador, con su inimitable misericordia, comía a la mesa y en el mismo plato con un hombre de quien sabía que trataba de venderle, y que había señalado ya el precio, y que no pensaba en otra cosa sino en encontrar la ocasión oportuna para entregarle. El Señor, para hacerle ver que sabía su secreto, que iba a morir voluntariamente, y para ablandar su corazón, se quejó: «Ciertamente os digo que uno de vosotros me va a traicionar». Al oír esto, todos se entristecieron, y se miraban unos a otros asustados; y examinaban su propia conciencia por ver si había en ella algún rastro de esa traición. Aunque su conciencia no les acusara, por temor y para tranquilizarse a sí mismo y a los demás, cada uno preguntaba con humildad: «Señor, ¿soy acaso yo?»
Siguieron cenando: estaban trece a la mesa y, es probable, mojarían el pan tres y hasta cuatro personas en un mismo plato. Los apóstoles insistían al Señor para que dijese quién era el traidor, y les librase así de la sospecha de los demás y de su propio temor. Pero el Salvador quería salvar a Judas, y no descubrió del todo el secreto, no fuera a ocurrir que el odio de sus compañeros terminara de hundirle del todo. Jesús, al contrario, recalcó más la amistad, que despreciaba Judas con su traición: «De verdad os digo que el que me ha de vender» no sólo está a la mesa conmigo, sino que moja en pan en mi mismo plato. «El Hijo del Hombre sigue su camino hacia la cruz»; pero va porque quiere, y por obedecer a su Padre, y para salvar a los hombres; «así está escrito; pero ¡desdichado del que entrega al Hijo del Hombre!»; ahora se cree que triunfa y que va a ganar amigos y dinero, pero en realidad va hacia el tormento eterno, tan grande, que «más le valiera no haber nacido»…
Judas, al verse descubierto, y que la señal de mojar en el plato iba por él, con tan poca vergüenza en la cara como poco era el temor de Dios que tenía en el corazón, preguntó: «¿Soy yo acaso, Señor?» Y el Salvador, en voz baja, para que los demás no lo oyeran, respondió: «Tú lo has dicho», que según el modo de hablar de los hebreos es lo mismo que decir: Sí.
Historia de la Sagrada Pasión