Las tres venidas de Cristo

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Cristo nos muestra a continuación lo que se debe ver, cuando dice: que viene el Esposo. Pronuncia esta palabra, que se dice en latín venit y se emplea en dos tiempos: pasado y presente. Él la refiere también al futuro. Por esta razón debemos distinguir tres venidas de nuestro Esposo Jesucristo. En la primera, Él se hizo hombre, a disposición de los hombres por amor. La segunda venida tiene lugar cada día y se renueva frecuentemente de múltiples maneras en cada corazón enamorado. Trae nuevas gracias, nuevos dones, según cada cual es capaz de recibirlos. En la tercera se considera su venida por el juicio o la hora de la muerte.

Hay que considerar tres cosas en cada una de las venidas de Nuestro Señor y en todas sus obras: la causa o por qué, el modo interior y las obras exteriores.

El porqué de la creación de los hombres fue la bondad infinita de Dios y la nobleza que Él quiso mostrar. Para que la bienaventuranza y la riqueza que Él es en sí mismo fuesen manifiestas a la criatura razonable; para que ésta guste a Dios en el tiempo y le goce en la eternidad. La razón por qué Dios se ha hecho hombre fue su infinito amor y la necesidad de todos los hombres. Estaban caídos por la caída del pecado original, sin poderse mejorar.

Cuatro son las razones por las cuales Cristo, según su divinidad y humanidad, ha llevado a término todas sus obras en la tierra: su amor divino, que es inmenso; el amor creado, llamado caridad, que Él tenía en su alma, por la unión con el Verbo Eterno y la posesión de dones perfectos de su Padre, la gran necesidad de la naturaleza humana y el honor de su Padre. Tales son las razones de la venida de Cristo, nuestro Esposo, y de todas sus obras exteriores e interiores.

Conviene ahora que consideremos en Cristo, nuestro Esposo, el modo que Él observó en su interior y las obras que Él realizó exteriormente. Así podremos seguirle en cuanto nos sea posible por la práctica de las virtudes, es decir, virtudes y acciones virtuosas.

El modo que Él observó según su divinidad nos es inaccesible, incomprensible. Él es engendrado constantemente por el Padre, el cual, en Él y por Él, ordena y rige todas las cosas en el cielo y en la tierra. Él es la sabiduría del Padre y ambos expiran el Espíritu, es decir, el Amor, lazo de los dos, y de todos los santos y justos en el cielo y en la tierra. Baste lo dicho de esto. Consideremos ahora los modos de obrar por los dones divinos y conforme a la humanidad creada. Esos modos son particularmente numerosos, porque son tantos como virtudes tenía Cristo en Sí mismo. Cada virtud tiene su modo particular. De virtudes y de modos había en el alma de Cristo tal número que excede lo que pueden comprender y concebir todas las criaturas. Pero aquí consideremos sólo tres: su humildad, su caridad, su paciencia para soportar las aflicciones interiores y exteriores. Estas son las tres raíces principales, el origen de toda virtud y perfección.