San Buenaventura: de los escrúpulos a ser doctor de la Iglesia

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San Buenaventura: de los escrúpulos a ser doctor de la Iglesia

Vida

Nació en Bagnorea, en la provincia de Toscana (Italia) en torno al 1217. Estudió en la universidad de París. Ahí conoció a los franciscanos y profesó los votos en esa orden. De 1248 a 1257, enseñó teología y Sagrada Escritura en esa universidad. Su genio penetrante y juicio equilibrado le permitían profundizar de forma admirable las distintas cuestiones que le presentaban y fue durante esos años que compuso sus principales obras.

En un momento de los inicios de su vida religiosa, el santo sufrió de escrúpulos, llegando a no querer recibir la comunión por faltas o imperfecciones pequeñas. Con la gracia de Dios y la ayuda de un buen director espiritual, logró superar este momento.

En 1257, Buenaventura recibió junto con Santo Tomás de Aquino el título de doctor. Ese mismo año lo eligieron superior general de los frailes menores. La Orden estaba pasando por momentos difíciles de división interna: unos predicaban la severidad inflexible y otros pedían que se mitigase la regla original. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para calmar los ánimos. En 1260 presidió el primer capítulo general de su Orden, en donde presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida futura.

Durante 17 años, el santo estuvo al frente de la orden de San Francisco y, por ello, ha llegado a ser llamado el segundo fundador. En 1265, el Papa Clemente IV trató de nombrar a Buenaventura Arzobispo de York, pero el santo convenció al Papa de que no lo hiciera. Al año siguiente, Gregorio X lo nombró obispo de Albano y el santo no pudo escaparse. Ya obispo, el Papa le pidió preparar los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión con los griegos ortodoxos.

A pesar de sus estudios y de su gran responsabilidad como superior de su Orden, San Buenaventura siempre se distinguió por su sencillez, humildad y caridad. Las virtudes angélicas que realzaban su saber le hicieron merecedor del título de “Doctor Seráfico”. Fue canonizado en 1482 y declarado doctor de la Iglesia en 1588.

Aportación para la oración

Nos encontramos ante uno de los gigantes de la teología católica. Y tal vez por eso admira verle caer en los escrúpulos al inicio de su vida religiosa. Me ha hecho recordar las palabras del Papa Benedicto XVI en una audiencia: «Esto me parece muy consolador, pues vemos que los santos no «han caído del cielo». Son hombres como nosotros, incluso con problemas complicados. La santidad no consiste en no equivocarse o no pecar nunca. La santidad crece con la capacidad de conversión, de arrepentimiento, de disponibilidad para volver a comenzar» (Audiencia general, 31 de enero de 2007).

Pero, ¿qué camino siguió Buenaventura para dar este paso? Particularmente la oración, el contacto con Dios, con su Misericordia. La pregunta parece obvia –por lo menos yo me la hice–: y ¿cómo oraba?

Dividía la oración en tres pasos o actos importantes: llorar por nuestras miserias, implorar la misericordia divina y ofrecer a Dios un culto de adoración. Según él, si falta alguna de estas tres la oración es incompleta.

Gemimos nuestras faltas para obtener el perdón e imploramos la divina Misericordia para recibir la gracia. Pero el más importante es el culto de adoración, pues es donde se encuentra principalmente el amor. Este culto comprende para San Buenaventura el respeto que se traduce en adoración, el amor de benevolencia que se expresa por la acción de gracias, y el amor de complacencia, que se manifiesta en el íntimo y mutuo coloquio con el Amado.

¿Tienes algún problema personal en tu vida? San Buenaventura nos da los tres actos de oración que pueden ayudarnos a salir adelante. Pasos que le ayudaron a él a pasar de ser un escrupuloso a ser uno de los más grandes santos de la Iglesia.


Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.

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