San Bernardo de Claraval: el enamorado que enseñó a orar a todo el siglo XII

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Vida

Hijo de una familia noble, nació en el castillo de Fontaine en el año 1091. Era el tercero de siete hermanos. En 1112, a los 21 años, decidió hacerse monje en el monasterio de Cîteaux, primer monasterio en el que se practicaba con todo rigor la primitiva regla de San Benito. Su padre, Tescelino, quedó consternado al ver que sus hijos, siguiendo a su hermano, uno tras otros cambiaban el lujo del castillo por una humilde y pobre celda; él mismo acabó por pedir el hábito cisterciense en el monasterio donde ya vivía toda la familia.

En 1115 el abad de Cîteaux envió a san Bernardo a fundar en Champagne. Surgió así el famoso monasterio de Claraval. Ese mismo año, Bernardo fue ordenado sacerdote y elegido abad del monasterio por él fundado; en ese puesto permanecería 38 años, hasta su muerte. Con san Bernardo, la orden cisternciense conoció una rápida y gran expansión como pocas ha habido en la historia. Él mismo vio cómo se iban fundando conventos, uno tras otro, hasta llegar a la cifra de 68, todos bajo la dependencia de Claraval.

Su fama no tardó en extenderse: príncipes, prelados y papas acudían a él para resolver asuntos de gran importancia. Además de fundador de monasterios, fue teólogo, predicador, reformador y «cruzado». Pero sobre todo san Bernardo destacó por ser un gran maestro de la vida espiritual, místico y hombre de Dios.

Un autor dijo que San Bernardo «llevó sobre los hombros el siglo XII y no pudo menos de sufrir bajo ese peso enorme». En vida fue el «oráculo» de la Iglesia, reformador de la disciplina y, después de su muerte no ha dejado de instruir y vigorizar a la Iglesia con sus escritos. Murió el 20 de agosto de 1153. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1830 con el título de «Doctor Melifluo».

Aportación para la oración

Nos encontramos ante uno de los maestros de vida espiritual más influyentes de toda la Iglesia. Su profunda vida espiritual fue el secreto que le llevó a sostener su abadía y el entero monaquismo en Europa.

Toda su doctrina gira en torno al amor. Sabe que el ser humano está creado para amar. Sabe que la perfección consiste en llegar a un grado sumo de amor; y, al mismo tiempo, este amor ha de ser el camino por el que hemos de subir a la cumbre del Amor: «el amor conduce al Amor» (Sermón 29).

Los 4 pasos en el amor

Como buen analista que es, describe cuatro pasos en el amor:

1) El amor puramente natural: el hombre comienza a amarse a sí mismo y que viene por el mero instinto.

2) El amor interesado de Dios: al darse cuenta de que Dios le es necesario, comienza a buscarle, pues comprende que sin Él no es feliz. Pero este amor, aunque es ya un paso, sigue siendo egoísta, pues busca a Dios para que Él sacie los deseos de su corazón.

3) El amor desinteresado de Dios: en este paso, el alma comienza a buscar a Dios con filial cariño. Antes realizaba las cosas para luchar contra el pecado, ahora las hace para corresponder a Dios. El alma se da cuenta que el trato con Dios le es dulce y este sentimiento hace que aumente el amor que le tiene a Él, llegando a ser mayor que cualquier temor.

4) El amor puro de Dios: «Feliz –dice San Bernardo– el que mereció llegar hasta el cuarto grado, de suerte que ni a sí mismo se ama sino por Dios» (Del amor de Dios, c. 10). En este paso, el alma no desea ser ninguna cosa sino por Dios; todas sus aspiraciones son las de Dios. San Bernardo advierte que esto no se dará del todo hasta que nuestra alma se sumerja en la visión beatífica en el cielo.

Los 5 medios para mejorar en nuestra vida espiritual

Este es el camino que nuestro santo nos traza para nuestra vida espiritual. Pero, ¿qué medios pone a nuestra disposición? Particularmente cinco:

1) La gracia de Dios: nos acompaña continuamente en todas nuestras luchas y nos guía. Por eso, debemos estar siempre atentos a lo que Dios nos vaya diciendo.

2) La humanidad de Cristo: la espiritualidad de Bernardo es entrañablemente cristocéntrica, especialmente mediante las contemplaciones de los momentos más particulares de la vida de Cristo, de donde sacaba enseñanzas para su vida y a través de las cuales iba enamorándose cada vez más de Él

3) La Virgen María: fue considerado un «juglar de María», pues le cantaba su belleza. Sabía, además, que a través de Ella, Dios concede numerosas gracias: la llamaba «el acueducto de las gracias de Dios». De ahí brotaba una confianza plena y amorosa en Ella.

4) La humildad de corazón: para Bernardo la humildad es el fundamento en el que se basan todas las virtudes. Sin ella, no sólo es imposible la santidad sino, incluso, la salvación eterna.

5) La oración: es el caminar que nos lleva a Dios. Y San Bernardo resalta de modo particular la contemplación de Cristo, de María… que nos lleva a amarlos y a ordenar nuestra vida en torno a este amor. Una oración jamás será infructuosa, con tal de que sea perseverante y reverente.

Las líneas de hoy han sido un poco largas. Si has llegado hasta aquí, te agradezco la paciencia. Eso sí, personalmente he descubierto a un auténtico gigante: un enamorado que, con su doctrina y su vida, enseñó a orar a todo el siglo XII… y de cuyos ecos hoy nos seguimos enriqueciendo.


Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.

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