Estar en frecuencia con Dios

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Estar en frecuencia con Dios

«Vuestro Dios está siempre cerca de vosotros, y aun dentro de vosotros: en él tenemos vida, movimiento y ser (Hch,17 ,28). Aquí no le sale al paso un portero a quien desee hablarle; a Dios le gusta que tratéis familiarmente con él. Tratad con él de vuestro asuntos, de vuestros proyectos, vuestro trabajos, vuestros temores y todo lo que os interese. Hacedlo sobre todo con confianza y el corazón abierto, porque Dios no acostumbra hablar al alma que no le habla; si ésta no se acostumbra a conversar con él, comprenderá muy poco su lenguaje cuando le hable». (San Alfonso Mª de Ligorio, Cómo conversar continua y familiarmente con Dios).

Imagínense que estamos en medio de una selva y que estamos perdidos. En un momento dado, nos encontramos en la disyuntiva de ir por un lado o por otro; dudamos. Por fin, decidimos dividirnos y un grupo va por la izquierda, mientras que el otro nos dirigimos a la derecha. Nos comunicaremos con las radios de onda corta que tenemos a disposición…

¿Comprendemos lo que Dios nos quiere decir?

Pasa el tiempo y no logramos comunicarnos con el otro grupo; algo va mal. Por fin, uno pregunta: «¿estamos en la misma sintonía que está usando el otro grupo?». ¡Solución! Movemos un poco los números y, del otro lado, escuchamos las voces tanto anheladas.

Algo así nos sucede en la oración: ¡No estamos en la frecuencia de Dios! San Alfonso dice que si el alma no se acostumbra a conversar con Dios, comprenderá muy poco su lenguaje cuando le hable. ¿Pero, es que Dios tiene un lenguaje? Por supuesto que sí, Él siempre está hablando a nuestro corazón y no siempre somos capaces de descubrirlo.

Y, ¿qué debemos hacer para “meternos en la frecuencia” de Dios? Habría mucho que decir. Me permito subrayar las dos actitudes que el mismo San Alfonso anota:

  1. Confianza: tener la certeza de que, “del otro lado”, hay alguien que me escucha y que, mucho más importante, me ama profundamente. Esta actitud es importantísima. Cuando un niño está en problemas, siempre va a buscar a la persona que más quiere (sus padres, un amigo, etc.), pues sabe que va a ser escuchado. Nosotros, de igual manera, debemos tener la seguridad que somos escuchados.
  1. Corazón abierto: aquí entran en juego muchos elementos que, aunque puedan parecer banales, son sumamente importantes. No puedo invitar a alguien a mi casa para tomar un café y dejarle fuera, sin abrirle la puerta. La imagen resultaría digna de una comedia: dos amigos hablando a través de una ventana o de una puerta, cada quien con su taza en la mano. Pues de igual manera, en la oración hay elementos que nos permiten “abrirle la puerta” de nuestra alma a Dios. Actitudes como el silencio, el buscar un lugar apropiado para rezar, entre otras, son las que manifiestan este “corazón abierto” al idioma de Dios.

Te lanzo ahora la pregunta obvia, pero necesaria: ¿estás o no en la misma frecuencia con Dios? Si no, aquí tienes dos elementos que San Alfonso nos recomienda.


Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.

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