El twitter de Dios

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El twitter de Dios

Todos seguidores

Todos somos  seguidores de alguien. Y desde mucho antes que existiera el Twitter. Algo tiene el ser humano que le lleva a “seguir a otros”. No se explica de otro modo el éxito de las redes sociales.

También los líderes y las celebridades siguen a otros. Nadie es el “inicio absoluto” de lo que dice o hace. Siempre hay mentores e inspiradores. Los más grandes genios creativos e innovadores los han tenido. Y no suelen ocultarlo.

Ahora bien, la tecnología ha facilitado y multiplicado en manera exponencial el fenómeno del “seguimiento”. A través de las redes sociales, millones y millones de personas escogen cada día a quién seguir: amigos, artistas, políticos, pensadores… Y se vuelven sus seguidores, sus fans, y también, en cierto modo, sus discípulos –es decir, gente que “aprende” de ellos–.

Los más seguidos hoy

Sólo en Twitter, algunos han alcanzado millones de seguidores. ¿Quiénes son los “más seguidos” del mundo? ¿Grandes innovadores del mundo empresarial, social, político, económico, científico? ¿Brillantes pensadores, comunicadores o predicadores? No.

Lady Gaga ocupa hoy el primer lugar del ranking mundial, con 26 millones de seguidores. Le sigue, con 23,5 millones, el también cantante Justin Bieber. El primer famoso no artista del “top ten” es el presidente Obama, sexto lugar, con 17 millones.

Jesús, el más seguido

Sólo hay un personaje que les gana a todos ellos, y por mucho, en número absoluto de seguidores: Jesús. Ya en el año 2000 tenía unos 2,100 millones de seguidores –incluidas todas las denominaciones cristianas–. En número de seguidores, tanto histórica como actualmente, Jesús es el Rey.

La liturgia de este domingo, Solemnidad de Cristo Rey, celebra a su modo este hecho. Jesús es el Rey de la humanidad; más aún, el Rey del Universo.

Sus seguidores no lo siguen por una red socialsino por una “conexión” más profunda y vital: la fe. Seguir a Jesús es creer en Él y hacerse su discípulo –es decir, aprender de Él y seguir sus pasos–.

Obviamente, el nivel de seguimiento varía mucho. Jesús tiene grandes santos que lo siguen para imitar su vida, y grandes pecadores que lo siguen para alcanzar su perdón. En el fondo, unos y otros saben que seguir a Jesús sólo es posible gracias a un “like” que Él da a todo ser humano.

Pero no lo parece

La solemnidad de este día anticipa lo que será un hecho total al final de los tiempos, cuando Jesús venga de nuevo para juzgar al mundo y establecer su Reino de manera plena y definitiva.

Pero no es sólo un “anticipo” de algo que está por venir; es la celebración de una realidad: Jesús reina en este mundo. No al estilo de los reyes humanos; mucho menos al de los tiranos.

Jesús rige el mundo, aunque no lo parezca. Porque su gobierno es suave, manso, casi imperceptible; termina por realizar sus planes, pero de un modo misterioso.

Ahora bien, cuando Jesús dice que su Reino no es de este mundo quiere decir que no todo lo que ocurre aquí, en este mundo, es su voluntad. De hecho, no es raro que nuestro escenario personal, familiar, social o mundial resulte a veces caótico e incluso doloroso.

Al final, sin embargo, Jesús siempre vence. Su amor es más fuerte que todo; y su voluntad termina por hacerse realidad; insisto, de modo misterioso. A veces me figuro a Jesús como un ajedrecista cuyas piezas se mueven sobre el tablero libremente; y en no pocas ocasiones de manera errática y muy al margen de lo que Él hubiera querido. Su poder no consiste en imponer su voluntad a cada pieza, sino en prever y ejecutar las más geniales jugadas con esas piezas tan humanamente impredecibles.

Seguidores activos

En las redes sociales, muchos seguidores son pasivos. Los mueve la curiosidad. Y una vez satisfecha, no hacen nada más. Jesús no quiere seguidores pasivos. Cada uno está llamado a ser un seguidor activo de su Persona y promotor de su Reino en este mundo.

¡Qué diferente sería el mundo si el Reino de Cristo, ya presente en el corazón de muchos cristianos, permeara todas las realidades humanas! El Concilio Vaticano II se refiere por lo menos ocho veces al papel de los laicos en el establecimiento del Reino de Cristo en el mundo. Cito sólo dos de estas referencias:

  • «Es preciso que los laicos tomen como obligación suya la restauración del orden temporal, y que, conducidos por la luz del Evangelio y por la mente de la Iglesia, y movidos por la caridad cristiana, obren directamente y en forma concreta en dicho orden; que cooperen unos ciudadanos con otros, con sus conocimientos especiales y su responsabilidad propia; y que busquen en todas partes y en todo la justicia del reino de Dios» (Apostolicam actuositatem, n. 7).
  • A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales (Lumen gentium, 31).

De este modo, será más visible y real el Reino de Cristo en este mundo; un reino de verdad y de vida; de santidad y de gracia; de justicia, de amor y de paz.

Y tú, ¿a quién sigues?

Se podría decir, en este contexto: “Dime a quién sigues y te diré quién eres”. Puedes seguir a quien quieras, si te ayuda, te inspira o te hace descansar. A quien no puedes dejar de seguir es al Rey del universo.

Sigue los detalles de su “vida privada” –como tantos siguen la de las celebridades–; y sigue también su vida pública: lo que dijo, lo que hizo, lo que vivió. Todo está en el Evangelio. Y sigue hoy, sobre todo, sus “tweets” cada día. En forma de pequeñas luces o mociones interiores, ellos constituyen lo que Jesús está pensando de ti, de tu vida, de tus cosas, con sugerencias para tus decisiones.

María, la primera seguidora de Jesús

María no tenía Twitter. No lo necesitaba. Su corazón era más receptivo que un iPhone o un iPad.

Desde ahí, desde su corazón de madre, Ella seguía a su Hijo: sus andanzas, sus dichos, sus hechos; y recibía todos sus mensajes. No sólo los recibía; también los meditaba y conservaba en su corazón (cfr. Lc. 2, 51).

Que Ella nos haga seguidores más activos de Jesús, y así colaboremos mejor en el establecimiento de su Reino en este mundo.


Agradecemos esta aportación al P. Alejandro Ortega, L.C.

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