El silencio en la vida de oración (Primera Parte)

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El silencio en la vida de oración (Primera Parte)

Siempre se ha dicho que la vida de oración marca el estado de la vida espiritual. Es obvio que así sea pues el tipo de oración que se realiza expresa la posición fundamental del alma: está centrada en sí misma o Dios ocupa el centro de su vida y su ser.

De la oración al amor por el silencio

Si preguntamos qué es la oración, recibiremos respuestas como: “orar es hablar con Dios” u “orar es amar a Dios”. En realidad la vida de oración es un proceso por el que el alma, en su relación con Dios, camina desde un hablar con Él hasta un vivir en el amor de Él. Este proceso es posible gracias a la virtud del silencio.

La oración de petición

El evangelio nos ofrece variadas oraciones dirigidas a Jesús. En su gran mayoría las personas son las que hablan al Señor pidiendo favores. También en el tipo de peticiones se da ya una graduación. El leproso busca un bien para sí mismo: se acercó a Jesús pidiendo que le curase; ligeramente diverso es el buen ladrón quien suplica, también para sí, un bien sobrenatural: “acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Otros salen de sí mismos y piden por otros, como Jairo que pide la salud de su hija; o, mejor aún, la mujer cananea que pide salud espiritual para su hija poseída por el demonio.

Lucas, en una de sus parábolas, nos presenta un fariseo. Éste ya no pide favores, sino que da gracias por todos los beneficios concedidos por Dios. Es un paso más, pero no exento, como expresa el texto, de cierto orgullo, signo también de estar, todavía, muy centrado en sí mismo. En la misma parábola, aparece el publicano que pide, también pide, a Dios el perdón de sus pecados: “ten compasión de este pecador”.

En todas estas oraciones evangélicas es el hombre o la mujer quienes hablan a Dios; le suplican, cierto, porque saben que el amor divino es dadivoso. Pero sus oraciones están centradas en ellos mismos, sea porque piden un bien para ellos, sea, sobre todo, porque son ellos los que expresan su querer y voluntad, en espera que Dios se adecue a sus deseos.

La oración de petición agrada a Dios

No se duda que este tipo de oración sea necesaria. Cristo, en sus parábolas del amigo y de la viuda inoportuna, enseñó a orar de este modo: “pedid y se os dará”, pues Dios “¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?”. Las palabras perseverantes de quien ora expresan amor, amor a sí mismos y a los demás, amor a los dones de Dios y, sobre todo, confianza en el amor del Señor. Pero no deja de ser una oración cuyas peticiones y palabras están centradas en el orante. Es necesario, pues, hacer silencio de palabras en la oración.

El silencio también es petición

El evangelio ofrece otras oraciones en las que, sin mediar palabras, Cristo responde con amor. Los portadores del paralítico no hicieron petición alguna; ellos tenían bien claro que si Cristo veía a su amigo impedido, lo sanaría. Similar es el gesto de la hemorroisa; no pide nada, solo persevera, como en el caso del paralítico, hasta tocar el manto y, con el manto, el corazón de Jesús, un corazón que sabe lo que hay en el interior de cada persona. También estas actitudes, en el silencio de las palabras, son oración, escuchada por Dios. Oración que implica más amor porque, esperando un beneficio del Señor, el propio amor no impone, no indica, no sugiere a Dios qué hacer, deja que sea Él quien, en su amor, obre lo mejor para uno.

Otro hecho, similar a los anteriores, es el de la pecadora que, con sus lágrimas, baña a Jesús y lo rocía con sus perfumes. La mujer busca el perdón pero no se atreve a pedírselo. No obstante, Cristo escucha su oración silenciosa. Mayor silencio aún es la vivida por la adúltera. Con su silencio, presenta ante el Señor su gran verdad: es una pecadora. Ambas mujeres aman, quieren seguir amando. Pero ahora son conscientes que en sus expresiones de amor, en sus palabras y obras, se han buscado a sí mismas. Por lo tanto, deciden silenciar, dejando que sea el amor de Dios quien obre y transforme sus vidas.

Necesitamos cultivar este tipo de oración. Oración en la que se hace silencio de palabras, en la que nuestro amor no pide ni exige nuestro propio querer, seguros de que el amor de Dios nos otorgará lo que necesita nuestro corazón.
Espera la segunda parte la siguiente semana…


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