Dos dificultades en la oración: el tiempo y el silencio de Dios

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Dos dificultades en la oración: el tiempo y el silencio de Dios

«No debemos dejarnos llevar de la prisa, como si el tiempo dedicado a Cristo en la oración silenciosa fuera un tiempo perdido. En cambio, es precisamente allí donde brotan los frutos más admirables del servicio pastoral. No hay que desanimarse porque la oración requiere esfuerzo, o por tener la impresión de que Jesús calla. Calla, pero actúa». (Benedicto XVI, Discurso al clero polaco, 26 de mayo de 2006)

Incluir a Dios en nuestra apretada y estresante agenda

Vivimos en un mundo que corre: ve al trabajo, deja a los niños en el colegio, llegas tarde a tu cita, responde a tus mensajes, ve las fotos en Facebook, ir al gimnasio, reunión en la oficina del jefe, …

¡Uf! No me extraña que, como dicen las estadísticas, el estrés laboral vaya en aumento: «el 64% de los empleados en pequeñas y medianas empresas reportan niveles elevados de estrés. Mientras que las empresas multinacionales, reportan un 60% de empleados con estrés laboral».

Y en medio de tanto ajetreo, en medio de tantísimas cosas importantes… ¿dónde dejamos a Dios? Muchas veces nos acordamos de Él sólo cinco minutos antes de irnos a la cama: un padrenuestro, un avemaría… y ¡gracias por este día, Señor!

El tiempo que oras no es tiempo perdido

El Papa Benedicto XVI (¡por favor, léanlo con frecuencia, que es increíble!) nos alerta de este peligro y pone el dedo en la llaga: no se pierde el tiempo con la oración. Más aún, es de ahí de donde muchas veces tomamos fuerzas para seguir adelante. Un ejemplo ilustrativo. A mí me pasa que cuando tengo un problema, voy con un amigo para contárselo. Él me escucha y, si puede, me da algún consejo para salir adelante. Pues en la oración sucede lo mismo: voy a contarle a un Amigo mis problemas, mis felicidades, mis tristezas, mis triunfos. ¿Cómo va a ser tiempo perdido eso?

Pero claro, existe una objeción, y Benedicto XVI se la plantea: muchas veces no escucho a Jesús y por lo mismo la oración me resulta muy difícil. La respuesta del Papa es sencilla en su profundidad: sí, puede callar; pero nunca deja de actuar en nuestra alma.

Silencios que significan mucho

Y aquí, creo yo, está de por medio un presupuesto muy importante: saber que la oración no es sólo una medicina espiritual para mi alma atribulada. No. Es un diálogo con una persona y, como en todo diálogo real, a veces nuestros interlocutores callan… ¡pero cómo nos ayuda su presencia! A veces sólo un gesto –una mano en el hombro, una sonrisa, un silencio ponderado, una lágrima– son más elocuentes que mil palabras. Y Cristo, con su silencio, muchas veces nos está hablando incluso con más fuerza que en los momentos de mayor luz espiritual. Y tenemos que aprender a escucharle así también.

Que estas líneas de Benedicto XVI nos empujen a la confianza en nuestra oración. Sí, no siempre será fácil, pero siempre –¡¡siempre!!– será fructífera… por lo menos por parte de Dios.


Autor, P Juan Antonio Ruiz J., L.C.

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