Puesto que al crear nuestras almas tan elevadas por encima de todas las demás criaturas, Dios no ha tenido otro designio que el de ser su absoluto Dueño, quiero, con la ayuda de su santa gracia, hacerme una vez más y voluntariamente del todo suya, y evitar todas las ocasiones que me lo pudieran impedir.
Que debo estimar mucho los medios para lograr el fin de la creación de mi alma, entre otros, el tiempo y los demás que Dios tenga y que a mí me son desconocidos, respecto a los cuales quiero abandonarme siempre a El y considerar con admiración que, cuando llegue por completo a sufrir, mi alma recibirá el honor de tributar eterna gratitud, gloria y amor a Dios.
Que el fin que Dios se propuso al crear nuestras almas con capacidad para ser enteramente poseídas por El, gozar de El y glorificarle, es para nosotros un motivo más poderoso para amarle y considerar el Amor que nos tiene que el beneficio de la creación; pero tenemos que venerar en nuestros prójimos esa misma gracia, lo que nos hará honrarlos, amarlos y procurar su salvación eterna y que consigan ese fin que es el suyo.