Vía Crucis Sacerdote y víctima

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Vía Crucis Sacerdote y víctima

Vía Crucis. “Sacerdote y víctima”.

I Estación: Jesús es condenado a muerte
Jesús ratificó con su poder sacerdotal la sentencia que lo condena a muerte. Acepta el alma amorosamente la sentencia divina que la constituye víctima aceptándola como tal.

II Estación: Jesús carga con la cruz
La cruz que el alma, a semejanza de Cristo, recibe sobre sus hombros es el dolor o conjunto de dolores que, según la disposición divina, la han de inmolar. ¡Con qué amor recibe el alma la cruz bendita! ¿Tiene Jesús algo mejor que dar en este mundo a los que ama? ¡Qué dicha recibir ese divino tesoro!

III Estación: Jesús cae por primera vez
A veces la víctima ha de sufrir desmayos. Jesús quiso caer para que el alma no se desaliente cuando el dolor la oprima y esté segura del auxilio que, cayendo, Jesús le mereció.

IV Estación: Jesús se encuentra a su madre
¡Qué dulce es pensar que María estará a nuestro lado a la hora de la inmolación! La Santa Madre es quien forma las víctimas. En su seno, en su corazón me formaré. Formar víctimas es formar a Jesús. ¿Se puede ser víctima sin transformarse en Él?

V Estación: Jesús es ayudado por el cireneo.
Jesús quiere que le ayudemos a llevar la cruz no por aliviarle su carga, sino para participarnos su gloria y dicha. Siendo tan generoso, ¿podría reservarse para Él solo su mayor riqueza? ¡Oh tesoro divino de la Cruz! Lo mas rico, lo más dulce que existe en la tierra. ¡La última palabra de amor!

VI Estación: la Verónica enjuga el rostro de Jesús
Para ser víctima hay que transformarse en Jesús. La gran víctima debe grabar en el alma su imagen no de manera superficial, sino profunda ¡pero su imagen dolorosa, la que tiene sangre y polvo y saliva! ¿Cuándo será la anhelada transformación?

VII Estación: Jesús cae por segunda vez
Las caídas de Jesús enseñan al alma que para ser víctima hay que descender hasta lo profundo del dolor.

VIII Estación: Jesús consuela a las santas mujeres
La víctima perfecta y sobre todo la Víctima sacerdotal debe olvidarse de su dolor y de su inmolación para atender y consolar a los demás, como Jesús se olvidó de sus dolores para enseñar a las mujeres piadosas.

IX Estación: Jesús cae por tercera vez
¡A qué profundidades debe llegar la víctima! Pero ¡con Él! ¡Con el que quiso arrastrarse en la tierra para acompañarnos en nuestras inmolaciones!

X Estación: Jesús es despojado de sus vestidos
La víctima debe estar desnuda. ¡Qué divina desnudez es necesaria para llegar al dolor amoroso y fecundo!

XI Estación: Jesús es clavado a la cruz
Tenderse sobre la cruz, ser colocada sobre el altar es el glorioso destino del alma víctima, su anhelo supremo, su dicha cumplida. Allí encuentra a Jesús, como en ninguna otra parte. Es el tálamo sangriento y feliz de Jesús y del alma.

XII Jesús muere en la cruz.
Morir con Jesús, morir por Jesús, morir en Jesús, es el acto específico y sacerdotal del alma víctima. ¡Si Jesús me concediera morir mártir! ¡Pero me concederá sin duda morir víctima!

XIII Estación: Jesús es bajado de la cruz
¡Qué gozo saber que las manos inmaculadas de María, que nos ofrecen en el momento solemne del sacrificio, nos han de recibir al bajar de la Cruz! ¡Manos inmaculadas de María! ¡Manos maternales! ¡Manos sacerdotales!

XIV Estación: Jesús es puesto en el sepulcro
La última etapa de la víctima es el olvido y la abyección del sepulcro a donde descendió Jesús. ¡Él sea bendito!