Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana, aun sin estar totalmente corrompida, se halla herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al poder de la muerte, e inclinada al pecado. Esta inclinación al mal se llama concupiscencia (CCIC 77)
- Cómo fueron capaces Jesús y María de ser perfectos en medio de la angustia
Pregunta: Estimado Padre John, frecuentemente, usted ha dicho cosas como «muy probablemente no proviene del Espíritu Santo la turbación interior que esta situación te esté causando». Me parece que san Ignacio dice algo similar cuando habla sobre el discernimiento del espíritu. Considerando que Jesús y María eran perfectos, ¿cómo puede usted explicar la gran angustia y tristeza que Jesús sintió en el huerto de Getsemaní o la ansiedad y miedo que María sintió cuando Jesús estuvo perdido por tres días? ¿No se supone que estas condiciones indican la ausencia del Espíritu Santo o algún tipo de imperfección del alma?
- "Así en la tierra como en el cielo"
- Sentimiento de debilidad y flaqueza
- Frutos del temor de Dios
- ¿Cuál es el mejor método para hacer oración?
«Todo maestro, para formar a todos en una sola virtud, la de la caridad, debe llegar al corazón de los oyentes con una sola doctrina, es verdad, pero no con una misma exhortación.
Porque de un modo se debe exhortar a los hombres y de otro a las mujeres. De un modo a los jóvenes y de otro a los ancianos. De un modo a los pobres y de otro a los ricos. De un modo a los alegres y de otro a los tristes [...] De un modo a los que, por miedo al castigo, viven sin culpa, y de otro a los que de tal modo se han endurecido en la maldad, que ni con los castigos se corrigen [...] De un modo a los que ni apetecen lo ajeno ni dan de lo suyo, y de otro modo a los que dan lo suyo y, sin embargo, no dejan de apoderarse de lo ajeno [...] De un modo a los conocedores de los pecados de la carne y de otro a los que los ignoran. De un modo a los que lamentan los pecados de obra y de otro a los que lamentan los de pensamiento. De un modo a los que lloran los pecados cometidos, pero con todo, no los dejan, y de otro a los que los dejan, pero no los lloran. De un modo a los que obran y aplauden lo ilícito y de otro a los que motejan los delitos, pero no los impiden. De un modo a los que son vencidos por una concupiscencia repentina y de otro a los que deliberadamente se entregan a la culpa» (San Gregorio Magno, Regla Pastoral).